RESEÑA: "It: capítulo dos": esta vez no logra flotar del todo

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Foto: larazondemexico

Si bien ya había quedado claro que se trataba de un nuevo acercamiento a la obra original de Stephen King, más que de un remake de la popular primera adaptación televisiva de 1990, este regreso de It al mundo del entretenimiento, termina por seguirle los pasos irremediablemente, y es que luego de una muy afortunada primera entrega, al igual que aquella versión, encuentra la continuidad con una producción bastante floja, la que por cierto, se da el lujo de dejar la puerta abierta para una posible tercera parte.

Ya desde el hecho de que se anunciara, que esta vez la película se alargaría, alcanzando una duración de más de dos horas, quedaba claro que las cosas no estaban bien y que posiblemente el ritmo se viera afectado, algo trascendental para lo que se plantea como un vehículo de sobresaltos.

Y es que, aunque de inicio el director Andrés Muschietti, quien repite al frente del proyecto, se esmera en construir las circunstancias del otrora grupo de niños que derrotaron al monstruo, que ahora convertidos en adultos se ven obligados a regresar al pueblo en donde perpetraron tal hazaña, conforme la cinta avanza comienza a perder la estructura el relato, con secuencias que rayan en lo episódico y en donde, por momentos, el tono cambia sin justificación, lo mismo que las motivaciones de los personajes y sus objetivos, dejando en un esbozo lo intrincado de las relaciones entre los mismos.

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Es de esta forma que el equilibro entre el drama y el terror sofisticado que tan bien le había funcionado, se tambalea redundado en que la terrible amenaza representada por una entidad que se alimenta del miedo y suele tomar la apariencia de un payaso, Pennywise, no sea tal y solo luzca en escenas inquietantes y efectivas por separado, pero débiles en su conjunto.

Aún así, el cuidadoso diseño de arte y de sonido, así como los efectos visuales, que nunca caen en los excesos, entregan un armado de atmósferas inquietantes y retorcidas, lo que aunado a la solidez de las interpretaciones, sobre todo la de James McAvoy, cuya inclusión en este caso fue uno de los principales atractivos y aquí encuentra las sutilezas que le ayudan a librar el estereotipo, así como del sueco Bill Skarsgård, que entrega una escalofriante encarnación de la perversidad y sadismo con cierto aire infantil, hacen que el pasaje se salve al menos como entretenimiento.

Claro, no podemos dejar de mencionar la afortunada e ingeniosa aparición del propio King, quien se permite deambular en la autoparodia, alimentando un chiste que se vuelve recurrente durante gran parte de la película que aunque no responde del todo a las expectativas y seguramente dejará insatisfechos a los fans, funcionará para el público que solo busca algo para pasar el rato

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