Luciérnagas presenta una mirada distinta de los éxodos en el mundo

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El deambular nocturno entre perspectivas de las calles cuyo punto de fuga pareciera conducir a la nada, mientras la luz languidece indiferente, es la constante del relato, fiel reflejo de los días de Ramin, un iraní que se siente atrapado en el puerto de Veracruz del que busca escapar, sin atinar cómo ni decidir el destino, sin darse cuenta que en donde realmente está varado es en la confusión de su interior, que el ancla son sus sentimientos encontrados, y los escollos que debe franquear van más allá del idioma y el trabajo.

A su alrededor hay otros que como él revolotean consumidos por el desencanto, aferrando cierta esperanza que se niega a desaparecer con cada nuevo día, sumergidos en atmósferas que coquetean con la rutina a través de imágenes que en el contraste entre la frialdad de la iluminación, y lo orgánico del desgaste de los objetos y las paredes, develan la belleza sórdida de la rutina. Es gracias a los endebles vínculos que va formando con ellos, algunos entrañables y otros fallidos, que el protagonista interpretado con una profunda naturalidad por el actor Arash Marandi —Under the Shadows (2016)—, irá encontrado más que las respuestas, la claridad en sus preguntas, lo cual ya al menos le representa la posibilidad de un nuevo principio, una bocanada de aire fresco que vuelve a darle impulso a su camino.

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Se trata pues de una caminata fílmica por los parajes de los sentimientos estancados y la incertidumbre que provoca el ser un extranjero tanto para el entorno, como hacia adentro de uno mismo; y que por momentos se cuelga a la espada de los personajes para revelar el peso de la soledad. Es cierto que a veces lo implosivo del desarrollo bordea el exceso, pero a pesar de todo transita con ligereza y aprovecha para darle un mustio protagonismo a la ciudad que le sirve de escenario, retomando rasgos que le caracterizan, entre ellos el Danzón y el carnaval, para convertirles en un agridulce resquicio de consuelo. El elenco también incluye a un Luis Alberti —Carmín Tropical (2014)— siempre de gran presencia, además de Flor Eduarda Gurrola —Solteras (2019)—quien como pocas veces, luce contenida y precisa.

Dirigida por la iraní Bani Khoshnoudi —Ziba (2012)—, Luciérnagas destaca por el cuidado de su manufactura y la honestidad de sus objetivos. Una mirada intimista y poco usual de la migración, más allá de las estadísticas, que pese a su proyección en eventos como el FICM, llega a la cartelera sin hacer mucho ruido, cómo muchas otras buenas propuesta de cine mexicano, pero que bien vale la pena darse la oportunidad de descubrir.

http://www.youtube.com/watch?v=wtjUdO-S88Y

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