La cabaña siniestra: un interesante ejercicio sobe las patologías familiares

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Es irresistible hacerse cómplice de Veronika Franz y Severin Fiala, los otrora directores de Goodnight Mommy (2014), en el inquietante recorrido por el lado oscuro de la naturaleza humana que nos plantean con su nueva película, cuyo insípido título en español, La cabaña siniestra  —originalmente se llama The Lodge—, no logra desviar la atención de los aciertos que posee, no sólo como un producto de entretenimiento, sino como un interesante ejercicio que refresca los lineamientos usuales del terror cinematográfico.

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Contando con un elenco encabezado por Riley Keough —que además incluye la fugaz, pero contundente participación de Alicia Silverstone— y teniendo a la parsimonia como su principal herramienta, para el desarrollo sostenido por contados (pero efectivos) espasmos de intensidad física y emocional, sobre escenarios que van de lo minimalista a lo iconoclasta, el relato acomoda con cuidado los puntos de vista de cada uno de los protagonistas, cuyas acciones —enfermizas en mayor o menor medida— van develando la patología de sus personalidades, en donde sus carencias, traumas y obsesiones son el origen del miedo con el que contagian al espectador.

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La trama gira alrededor de un par de niños sumergidos en el proceso de asimilar la tragedia, que se ven obligados a realizar un viaje a una cabaña aislada en un inhóspito paraje nevado, junto con su padre y su novia, quien piensa que ahí logrará que se entiendan y acepten a su pareja.

Esos son los elementos sobre los que se construye el juego, que, superando lo absurdo de que, por alguna inexplicable razón, alguien piense que al enclaustrarse de esa manera va a resolver algo, funciona a la perfección a la hora de estirar los puntos de tensión sobre las grietas cada vez más pronunciadas de la mente fracturada de una de sus protagonistas, cuyos antecedentes relacionados con una secta son determinantes para trastocar los roles de víctima y victimario.

Es una lástima que algunos agregados, como el de la casa de muñecas, se queden sólo como llamativos apuntes y que en los giros argumentales cambien también el tono, debilitando el trayecto poco antes de llegar a la conclusión.

Sin embargo, el vehículo va lo suficientemente encarrerado para no extraviar los objetivos y llevarlos hasta sus últimas consecuencias, dejando en claro que, aunque los obvios sobresaltos son parte del género (y aquí por supuesto que hay) resulta más sugestivo y perturbador adentrarse en los pasajes contenidos de la pesadilla mental que nos ofrecen en La cabaña siniestra.

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