No se puede negar que Rencor tatuado, de Julián Hernández, es una película arriesgada y con evidentes hallazgos, pero pensar que logra salir bien librada de sus propias pretensiones, ya es otra cosa. Empezando por su propuesta visual, que resulta tan interesante como efectista.
Es acertado el uso del blanco y negro como lienzo principal para que los espasmos de color con aire a hard boiled —subgénero literario relacionado con el crimen, la violencia y el sexo— se conviertan en guiños estilísticos de la disección social que va empujando, así como el de los encuadres, perspectivas y puntos de vista rebuscados, que se emparentan con el mundo de las historietas, enfatizando momentos clave, y enrareciendo atmósferas que resultan tan choqueantes como seductoras.
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Pero estos elementos también son un engañoso recurso para vestir y validar los excesos de una trama ciertamente interesante, y con diálogos punzantes respecto a los roles de género, pero con un armado poco riguroso y de incongruencias evidentes que, por momentos, rayan peligrosamente en el humor involuntario.
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Cosas tan simples, como que el joven documentalista obsesionado con encontrar a esta mujer misteriosa, se lamente diciendo que nadie que la conoció y que ha podido entrevistar le habla de su forma de ser, cuando viene de una escena en la que se la pasaron platicándole de ello; o que a una de las secuestradas por el antagonista, al ser liberada en un afán de maquillar el hecho, simplemente le digan “vete de aquí”, sin importar las implicaciones de un evidente cabo suelto, son el común denominador.
Algo muy similar sucede con Diana Lein, cuyo desempeño se convierte en el otro bastión de la película. Es gracias a una gran convicción y presencia, amén de un calculado manejo de los matices, que la actriz logra sostener y dar cierta profundidad a la protagonista (que se convierte en un grito de justicia en un escenario de mujeres victimizadas), pese a que el guion no logra poner sus acciones a la altura de la amenaza que supuestamente representa; arrastrando descuidos que dan al traste con las convenciones de la ficción, empezando por detalles como el que ocultar su identidad pareciera ser sólo importante cuando el director se acuerda.
Rencor tatuado es un ejercicio fílmico sobrio que funciona a medias, acertado al plantear un universo con reminiscencias al cine negro de arrabal, recuperado el tono de clásicos como Manos de seda (1951) y siguiendo la estela de piezas recientes y mucho mejor logradas como Carmín tropical (2014), para exponer lo grotesco de la masculinidad abusiva y desarrollar un necesario discurso en pro del empoderamiento femenino y la reivindicación de la comunidad transgénero; pero es fallida en el desarrollo y la ejecución básica de la trama.
Rencor tatuado
Director: Julián Hernández
Género: Thriller
País: México
Año: 2018