Freud, o cómo Netflix desperdició al padre del psicoanálisis

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Foto: larazondemexico

Si pensaron que la idea de retomar la figura del considerado padre del sicoanálisis para unirla a una médium y a un veterano inspector de policía, y enrolarla en la investigación de cruentos asesinatos en la Viena de finales del siglo XIX, era una excelente oportunidad para desarrollar un thriller donde el enfrentamiento entre la postura científica conservadora y la visión progresista de este se convulsionara aún más por el agregado paranormal y redundará en intensas disyuntivas con provocadoras implicaciones; abandonen toda esperanza, eso no sucede aquí.

Ahora dicho lo que no es, hablemos de lo que realmente ofrece Freud, coproducción entre Austria, Alemania y República Checa recién presentada por Netflix, que igual hubiera dado lo mismo si se llamara Los otros mentalistas —aprovechando que ya hay una serie que se llama Los mentalistas— o algo por el estilo.

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Y es que el personaje central que retoman para el título no pasa de ser el estereotipo del joven doctor —interpretado por el austriaco Robert Finster—, quien, en su tibio afán de encontrar credibilidad, por termina accidente inmiscuido en una conspiración que alcanza las altas esferas sociales y políticas, reduciendo sus dilemas a desenmarañar manipulaciones obvias entre dramas familiares, conflictos de trabajo y sesiones espiritistas.

A esto tampoco le ayuda el tono de melodrama que debilita la intriga y el mínimo desarrollo de los puntos de tensión, algo muy evidente en situaciones básicas, como los duelos con pistola o las búsquedas en los callejones y túneles. Bueno, y qué decir de uno principales detonadores de la historia que se desgasta casi de inmediato, cuando vemos que, luego que nos plantean que la hipnosis es una técnica complicada de ejecutar y de demostrar, basta un par de episodios para que sea utilizada sin dificultad y a diestra y siniestra por varios personajes.

Es cierto, de inicio da la impresión de ser una propuesta arriesgada, con todo y su falta de estructura que va de lo confuso a lo sugerente y de regreso, con algunas atmósferas inquietantes, que se quedan cortas en su intento de emular producciones tipo Penny Dreadful, además de un par de líneas arguméntales consistentes, como la del ya mencionado inspector.

Sin embargo, la trama establece con rapidez los roles dentro de la fórmula y, tras una producción de época, el uso más simple de los escenarios en negro, además de secuencias efectistas con sujetos bañados en sangre incluidos, esconde sus convencionalismos que apenas y le permiten ser medianamente entretenida —ya no digamos interesante— y muchos menos comprometida con las posibilidades que la figura de Sigmund Freud y el contexto al que pertenece, podrían haberle ofrecido al género. Son ocho episodios disponibles que llaman bastante la atención, pero ofrecen muy, pero muy poco.

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