La mezcla de comedia y terror no es sencilla, pero, por lo general, si se tiene la desfachatez y el arrojo necesario para llevar los excesos hasta el límite, al menos puede resultar medianamente divertida, y este es uno de esos casos. En “Cita sangrienta” nos encontramos con una propuesta que se alimenta del espíritu exagerado del pulp, en donde no importa tener un discurso de fondo o que es lo que se cuenta, sino la forma de hacerlo.
Es por ello que el principal punto flojo de la trama es lo inverosímil que llegan a ser no sólo las motivaciones detrás de algunos de los hechos, sino la resolución de las mismos. En contraste, el armado de la situación principal que, como en toda comedia de situación, cada vez se vuelve más complicada, le permite apoyarse en el absurdo para mantener el interés del espectador, a pesar de que no todos los chistes caen a tiempo y en el punto, y de paso trastocar sin reparos los roles usuales del género.
Y es que esta vez son un par de chicas —herederas de los arquetipos del cine de explotación—, las que desde un principio tienen el afán de sacrificar a través de un oscuro ritual a un joven virgen —interpretado por quien se hace cargo del guion: Danny Morgan—, quien, por su parte, impulsado por uno de sus amigos que toma la consigna de ayudarle a cambiar su estado de castidad antes de que cumpla 30 años, no puede creer la suerte que tiene de conocerlas y salir con ellas.
Aquí las implicaciones de una “cita doble” —que además es el título original de la película—, son bien aprovechadas en ese sentido, para jugar con el ridículo, yendo y viniendo entre la misoginia y el empoderamiento femenino, dentro de un trayecto que de pronto se distrae de más en algunos pasajes, pero que aprieta el ritmo para su último tercio, y ofrecer una delirante y precisa mezcla de romance y carnicería, que además resulta muy orgánica, gracias a lo artesanal de los efectos especiales y la estética con aire a Serie B.
Así pues, queda claro que “Cita sangrienta”, de Benjamin Baarfoot, que por cierto incluye los cameos de algunos de los responsables de la banda sonora —entre ellos los músicos suecos Goat—, es un tanto inconsistente y no es para todos los gustos, pero aún así funciona como entretenimiento, y tiene los atributos necesarios para no pasar del todo desapercibida, e incluso volverse una verdadera curiosidad.