Lo que parecía ser solo una forma de aprovechar la tendencia a la nostalgia y la autoreferencia que impregna al mundo del entretenimiento en los últimos años, la cual ha encontrado sus mejores momentos en producciones como “Stranger Things” o “Super 8” (2011), esta vez termina convirtiéndose en la herramienta ideal para poner al día la versión del superhéroe clásico, aquella que lo define de origen como una representación idílica de las aspiraciones del hombre, y de paso confirmar que la minuciosa construcción de la legendaria amazona creada en 1941, le permite resistir casi cualquier tratamiento.
Y es que en “Wonder Woman 1984”no sólo se conforman con retomar la década de los 80 a nivel estético, sino también en cuanto a enfoque y fondo, para llevarlo hasta sus últimas consecuencias dentro de una producción que, desde su emocionante secuencia inicial, deja en claro que aquello que convierte a Wonder Woman en heroína, no son las habilidades extraordinarias, sino su capacidad de sacrificio y su afán de mantenerse fiel a la verdad.
Es por ello que el detonador de la historia —en este caso un objeto arcano de poder que cae en las manos equivocadas— raya en la simpleza y no es muy lejano al de la mayoría de las películas de este tipo que se realizaban hace casi tres décadas, amén de que incluye algunas secuencias con acciones que resultan disparatadas incluso para el universo que nos están planteando.
Sin embargo, esto lo compensan con una mayor cantidad de líneas arguméntales medianamente equilibradas, que les permiten tocar temas como la paternidad y la autoestima, e incluso desarrollar a través del villano principal una crítica a la idea del éxito como un producto de consumo.
Todo además de ofrecer el ya consabido fanservice —que incluye la presentación de cierto vehículo emblemático— y, por supuesto, hacer alarde del innegable carisma que despliega la israelí Gal Gadot —“Rápidos y Furiosos” (2009)— en el protagónico, quien además encuentra la réplica ideal en la actriz Kristen Wiig —“Damas en Guerra” (2013)— que interpreta a una acomplejada arqueóloga que habrá de convertirse en Cheetah, cuya convicción le permite delinear al antagonista por excelencia, resultado de la combinación de una personalidad fracturada, con la obtención de habilidades sobrehumanas de origen místico.
Así pues, aunque “Wonder Woman 1984“ no posee la potencia narrativa de su predecesora que también fue dirigida por Patty Jenkins —“Monster” (2003)— y mucho menos alcanza los tintes épicos de la misma, funciona debido a la candidez propia de la naturaleza del concepto ochentero, que no sólo está más que entendida, sino que con claridad la ponen al servicio de objetivos claros; pero sobre todo gracias al espíritu de optimismo detrás de una aventura que resulta divertida y espectacular, y tiene como prioridad entretener e inspirar.