La consigna de que cada elemento que aparece en pantalla tenga una razón de ser, en “Sobre lo infinito”, que forma parte de la 69 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca, es llevada al extremo dentro de una puesta escena con un profundo espíritu teatral, puntos de fuga remarcados y un despiadado acomodo geométrico, que hace que hasta el caos luzca ordenado, en composiciones casi fotográficas que sirven como herramienta para descomponer lo cotidiano y empujar a una cínica reflexión que seduce e inquieta.
Son espasmos llenos de virtuosismo, en donde lo estático captura movimiento y luego lo deja escapar a través de pequeñas acciones que hacen despiadados cortes a una realidad enrarecida, como si de un estilizado sueño se tratara, explorando la naturaleza humana dentro de una agridulce comedia.
En contraste, la frialdad de las tonalidades que definen las atmósferas despojan de cualquier adorno que pudiera colarse a través de los diálogos, los cuales siempre lucen austeros, pero son profundos y están llenos de implicaciones, y presionan en los puntos adecuados para detonar mustios conflictos, efímeros en su ejecución, pero contundentes en su impacto, y cuyo eco resuena más allá de la pantalla.
“¿Qué hacer cuando se pierde la fe?”, “¿Por qué no puede estar triste en su casa y no aquí?”, son algunos de los cuestionamientos que no importa si se gritan o se susurran, todos calan y se instalan en la mente, aprovechando la apertura que acompaña el simple ejercicio de observar.
En “Sobre lo infinito” hay también ciertos aspectos estéticos que en algunas secuencias recuerdan a la simetría de los cómics de los años 50, con los objetos silueteados sobre espacios de aire minimalista, con ventanas que muestran una cotidianidad congelada. Esto se convierten en una invitación para que el espectador se sumerja en el reflejo de su propia vida, luego haga conciencia de ello y rompa su propia cuarta pared, como en una especie de sádico juego de metaficción.
"Sobre lo infinito", de Roy Andersson —"La comedia de la vida" (2007)— es un bello, absurdo y cruel tratado visual sobre la insignificancia y lo mundano, así como la soledad intrínseca de la existencia, que además tiene la delicadeza y honestidad de resistirse a cualquier regodeo intelectual, por lo cual dura justo lo necesario. Aún así puede ser un reto para quien esté acostumbrado al ritmo vertiginoso del cine de consumo, pero bien vale la pena enfrentarlo. Es parte de la edición 69 de la Muestra internacional de Cine de la Cineteca Nacional, el gran evento fílmico del momento.
AG