El que Robert De Niro, Tommy Lee Jones y Morgan Freeman pisen los parajes de la autoparodia vestida de homenaje o viceversa, se ha vuelto una costumbre y ocurre de nuevo en “La Última Estafa”.
Desde “Space Cowboys” (2000) de Clint Eastwood, con su mezcla de crítica y nostalgia nacionalista; hasta “Último viaje a las Vegas” (2013) de John Tuntertauld, que apuesta a la divertida reivindicación de los adultos mayores; pasando por “Un golpe con estilo” (2027) de Zach Braff, donde apenas atinan a conjuntar un puñado de clichés; son ya bastantes los ejemplos de su afán tanto de referirse, cómo de reír de sí mismos.
Sin embargo, más allá de lo bien o mal logradas de cada una de dichas protesta, pocas veces habían participado de una propuesta tan entrañable cómo “La Última Estafa” de George Gallo, en la cual se llevan de paso al mismo Hollywood.
Aquí, uno no puede hacer otra cosa que dejarse llevar y disfrutar de la socarronería con la que Robert De Niro transita entre la estridencia simple y la ironía manipuladora, para encarnar la cínica versión de una de las más controvertidas figuras de la industria, aludiendo al avejentado romanticismo que en este caso acompaña sus truculentas acciones, cuando con tal de pagar su adeudo con un jefe criminal, y no vender el último atisbo de su supuesto talento.
El personaje de Robert De Niro decide echar a andar un filme con la idea de que un “accidente” fatal le permita cobrar el seguro. Lo mismo sucede con la ternura desencantada, que en contraste luce Tommy Lee Jones en el rol del veterano actor elegido para ser el protagonista, la cual le otorga cierta profundidad emocional a la comedia.
Por su parte, Morgan Freeman en su papel del gánster en cuestión, es el responsable de ir arrojando referencias a viejas películas, para aderezar un relato que le da un peso específico a los afiches y conceptos como el Autocinema, jugando con el dentro y el detrás del cine, para en determinado momento conjuntar ambos terrenos y arrojar el que se convierte en el mejor de sus diálogos.
Ahora, pese a lo anterior, no nos engañemos, la trama en general no sólo es simple, sino predecible, y se queda muy muy corta en el discurso crítico que apunta, además de que desperdicia algunos personajes secundarios y evita cualquier riesgo en la forma, acomodándose en el humor más ligero, pero aún así tiene corazón.
“La Última Estafa” es una simpática y muy entretenida evocación a la magia de una época ya extinta, de la también llamada Fábrica de Sueños. Por cierto, los créditos finales se guardan una pequeña sorpresa.