“El último duelo” es una adaptación con directrices claras respecto a los vínculos que podían establecerse entre nuestro contexto y la obra original de Eric Jager, realizada por Matt Diamond, quien adquiriera los derechos sobre dicha novela que reconstruye a detalle aquel último juicio resuelto por combate en la Francia del siglo XIV, en conjunto con Ben Affleck —su cómplice al escribir “Good Will Hunting” (1997)—
“El último duelo” tiene como base el más que necesario enfoque femenino aportado por la guionista Nicole Holofcenter —“¿Podrás perdonarme?” (2018)—; motivo por el cual Ridley Scott hace de un hecho real, que rayaba en lo anecdótico y podía haber redundado en un pasaje de mero entretenimiento, un drama tan intenso a nivel emocional, como complejo y lúcido en su discurso.
Y es que el otrora responsable de obras maestras como “Alien” (1979) y “Blade Runner” (1982), no se contenta sólo con hacer un contundente retrato de la brutalidad histórica social perpetrada contra las mujeres, y que en este caso es lo que de inmediato salta a la vista, sino que se esmera en ir más allá de los arquetipos de víctimas y victimarios.
Sin que le tiemble la mano, expone y explora los matices de cada uno de los roles que tienen los implicados en esta trama sobre abuso y traición, destinada a resolverse con base a los códigos de caballería, enfrentando a dos otrora compañeros de batalla y supuestos amigos, y que pone a la joven esposa de uno de ellos, cara a cara con las infames instituciones políticas y religiosas de la época.
Por breves momentos, la sobriedad es excesiva y puede llegar a ser casino el atestiguar tres veces los mismos hechos, sin embargo no se trata de un efectismo narrativo, sino de un ejercicio de decantación en donde cada episodio se define por el emplazamiento de la cámara que enfatiza los rasgos principales del protagonista en turno, exponiendo lo que según ellos sustenta su verdad, dimensionando las trampas que se guardan conceptos como la dignidad, la arrogancia y el orgullo, dándole uniformidad con un transitar sutil en las conversaciones, pero sumamente orgánico en los combates.
Esto además es reforzado por la manufactura, que equilibra con elegancia la colaboración de espíritu artístico y los alcances técnicos que hoy ofrece la industria.
Por supuesto, hay que destacar la convicción que muestran los ya mencionados Damond y Affleck, dando como resultado dos de sus personajes más sólidos y alejados de lo que han desempeñado con anterioridad.
Además de la conveniente replica que encuentran en la sutileza del desempeño de un ya más que consolidado Adam Driver, y en la naturalidad de una minuciosa Jodie Comer, quien en el momento oportuno queda en el centro del relato y se lleva con justicia todos los reflectores.
Sin duda, “El último duelo” es una más que una satisfactoria muestra de cine de gran envergadura, comprometido tanto con su forma como con su fondo, y que sin despreciar lo que le ofrece la industria, empuja a la reflexión.
rc