¿"Titane" es provocadora? Quizás no tanto si se tienen antecedentes como “Tetsuo” (1989) de Shinya Tsukamoto, con su planteamiento evolucionista a partir del fetichismo y autoflagelacion; o mínimo algunos más obvios como “Crash” (1996) de David Cronenberg, y su metáfora erótica sobre la límites del la fascinación por las máquinas, rasgo propio del la sociedad de finales del siglo XX.
Sin embargo, esto no va en detrimento de “Titane”, la nueva propuesta de Julia Ducournau, la cual merece ser referida por mucho más, y que en este caso entreteje el escape de una chica, con el regreso de un joven que desapareció cuando tenía 10 años, mientras se suscitan diferentes asesinatos.
De entrada, aquí la naturaleza del terror corporal es llevada a su interpretación más básica, para hacer del choque entre la carne y el metal, el epicentro de una exposición de las fracturas mentales y emocionales en individuos cuyos comportamientos enfermizos, a la hora de que cruzan sus caminos, les permiten formar vínculos retorcidos para complementarse —cuál si de los protagonistas de “Ichi: The Killer” (2001) de Takashi Mike se tratara—, lidiando así con sus carencias y sobre todo sus necesidades, mismas que al margen de sus acciones que van de la extravagancia a la violencia extrema, no son muy distintas a las del resto de las personas.
Entre ellas está la comprensión hacia las formas propias de lidiar con la pérdida, la búsqueda de la simple compañía o el contacto acompañado de cierto cariño.
Pero eso no es todo, la también responsable de “Voraz” (2016), transgrede sin piedad las convenciones afectivas llevándolas a escenarios insólitos, arrojando cuestionamientos acerca de los roles de género y la autodefinición física, tema que ha sido aludido de múltiples formas en obras futuristas como “Sharkey: The Bounty Hunter” por ejemplo, cómic de Mark Millar, que nos presentan a una chica en pleno proceso de sustituir por piezas mecánicas el resto de las partes orgánicas de su cuerpo, pues su mayor deseo es convertirse en un vehículo de cuatro ruedas.
Algunas de las transiciones a veces evidencian demasiado las costuras, sobre todo el del primer tercio que pareciera encaminarse a los parajes de los relatos de asesinos seriales, y cambia el rumbo a través de un giro de la trama que de lo rebuscado raya en el absurdo; sin embargo, aquello a lo que conduce, es tan inquietante que el trayecto nunca pierde el fuelle, pese a que no resulta igual de sorprendente.
“Titane” es pues, una película factible de múltiples lecturas, que seduce y luego agrede cual si se tratara de los faros de un auto irrumpiendo en la oscuridad de la carretera, que se escurre como combustible quemado, transpirando humanidad y olor a quemado a cada momento. Sin duda representa un reto para muchas sensibilidades, pero vale la pena aceptarlo.
rc