Los procesos mentales y emocionales de quienes hacen del alpinismo una forma de vida, aquí quedan expuestos en esta producción francesa a partir del vínculo que se establece entre su práctica y el afán de un joven reportero decidido a recuperar la cámara de quien en 1925 podría haber sido el primero en conquistar lo más alto del Everest –la montaña más alta del planeta–, que esconde mucho más que la simple búsqueda de verdades periodísticas, explotando en imágenes de un lirismo qué transita mustio por la espectacularidad, aterrizando cuestionamientos sobre el por qué de alcanzar la cumbre y que es lo queda después.
El sutil dinamismo del desarrollo que resulta de mantener la narrativa íntimamente ligada a los acordes musicales, otorgándole en el momento indicado el protagonismo a los silencios, para enfatizar así la irrupción de la naturaleza seductora, inquietante y peligrosa de los parajes nevados de la montaña, equilibrando la belleza de las visiones de fondos pintados, con la austeridad de los diálogos, es lo que le permite al relato mantenerse lejos de los efectismos y encontrar la profundidad emocional ante la elocuencia visual que podría ser avasalladora.
Pero eso no es todo, esta limpieza y precisión se extiende al manejo constante de los planos a detalle acompañados de puntos de vista subjetivos, que en veces pasa a través del lente de una cámara y llegan a ser vertiginosos, en contraste con planos abiertos; permitiéndole articular secuencias que van de lo reflexivo a la alta tensión, alcanzando un dramatismo controlado y encontrando algunos breves y perturbadores pasajes que rayan en lo conceptual.
La Cumbre de los Dioses, basada en el manga del mismo nombre realizado por Jiro Taniguchi, dirigida por Patrick Imbert, quien aquí cambia de registro tras su El malvado zorro feroz (2017); no se distingue por lo innovador, sino por la seductora lucidez con la que saca provecho de las posibilidades que ofrece la animación en 2D, poniéndolas al servicio de un discurso sugestivo para delinear una propuesta apasionante que alcanza niveles de virtuosismo.
En la producción destaca la participación de Stéphan Roelants, quien llevó el mismo rol en la estupenda Wolfwalkers (2020). Luego de presentarse en el pasado Festival de Cannes, Le Sommet des Dieux, por su título original, se convierte en uno de los más acertados y llamativos estrenos dentro del catálogo de Netflix.
KR