Llevando siempre el ímpetu del fan por encima del rigor del cineasta, lo que le ha permitido escapar de la autoimposición de limitantes académicas, depurando así una orgánica relación con los mecanismos básicos del terror para refrescar su lado más exacerbado, Ti West —“VHS” (2012), “The Sacrament” (2013)—, regresa con “X”, la que quizás sea la menos original de sus propuestas, pero no por ello la menos interesante y por momentos divertida.
Y es que si bien la trama de “X”, ubicada a finales de los 70, sobre tres mujeres y tres hombres que con la idea de realizar una película para adultos deciden adentrarse en los parajes de la América Profunda, sólo para ser víctimas de un par de granjeros asesinos, nos recuerda producciones como “El Enmascarado Massacre” (2006) —con la diferencia de que quien ahí va mutilando cuerpos es un luchador mexicano—, vistiéndose de referencias a clásicos como “La Masacre de Texas” (1974; en este baño de sangre hay mucho más que la intención de ofrecer un homenaje a los mismos o una retorcida carta de amor a las producciones independientes.
Empezando por que el encuentro que plantea entre este género y el porno, va más allá de servir como pretexto para jugar con lo explícito de la desnudez y de la sangre, haciendo del ir y venir entre los puntos de vista directos y las miradas furtivas, una herramienta para exponer los matices del voyerismo como vínculo principal entre ambas formas de entretenimiento como satisfactorio.
Pero eso no es todo, las pretensiones de los personajes más jóvenes que incluyen el demostrar que se puede hacer buen cine con los lineamientos de la industria fílmica del sexo, así como el encumbrarse y convertirse en estrellas a través del mismo, las cuales transpiran una candidez contaminada por el entorno de carencias y aspiraciones coartadas, en contraste con las irónicas realidades que exponen los protagonistas más experimentados; cuestiona el concepto de masculinidad y de pareja, mientras va materializando el espíritu del sueño americano que empuja a ser despiadados con tal de poder alcanzarlo, asfixiado a quien no sea capaz de entender y asimilar esta premisa.
Claro, todo aterriza en las consabidas escenas de acoso, sobresaltos y cuerpos cercenados, potentes en su ejecución y no exentas de algunos tintes de humor negro, pero convencionales en el desarrollo que no logra escapar de la incongruencia con respecto a lo que los maniacos son capaces de hacer, según lo que nos plantea su propia ficción. Afortunadamente la conclusión se sostiene gracias a la tensión conseguida por el camino recorrido, el cual sin duda es lo que más vale la pena de “X”.