La premisa de “El Hoyo en la cerca”, surgida entre otras cosas, de aquel infame video donde se podía ver a los alumnos del Colegio Cumbres menospreciando al sexo femenino mientras se regodeaban entre lujos y hasta excentricidades, no podía ser más interesante e incluso provocadora.
Explorar el entorno a los que se ven expuestos los hijos de los miembros de la élite de la sociedad mexicana, en su camino a convertirse en adultos para quienes el clasismo no solo es la normalidad, sino un derecho que ejercen sin el menor sentido de culpa; abre escabrosas posibilidades para ser aprovechadas por la mirada comprometida, y en ese sentido aquí no hay queja.
Al mexicano Joaquín del Paso no le tiembla la mano a la hora de elaborar el escenario teniendo de pretexto un campamento exclusivo, y apuntar a la religión como eficaz herramienta de manipulación para templar el espíritu de un grupo de adolescentes, de quienes se implica que son hijos de políticos y similares, reforzándoles el sentimiento de superioridad que ya de por si tienen sembrado a causa del estatus económico familiar, y despojándoles de cualquier atisbo de conciencia más allá del beneficio propio.
Entre secuencias de cuidadosas composiciones donde el director luce tanto una depurada habilidad para manejar multitudes, como para potenciar con las perspectivas la inquietud de los interiores, materializa con rapidez la intriga que sabe alimentar con lo “dichos” que suenan los diálogos, vistiéndose de un artificio que bordea el terreno de lo involuntario, pero que se válida y cobra todo el sentido cuando se conocen las verdaderas intenciones de los profesores a cargo del lugar.
Las referencias a obras tan trascendentales como “El señor de las moscas”, de William Goldding, son demasiado obvias, pero no por ello menos inquietantes a la hora de que el relato pone sobre la mesa el bullying como otro de los mecanismos utilizados por los adultos para reforzar rasgos de carácter y crueles vínculos grupales entre los jóvenes, que incluso nos recuerdan las ridículas prácticas de las fraternidades en los colegios estadounidenses.
Todo encaminándolo a una sublevación que por desgracia nunca tiene la potencia que pretende, debido a que el espíritu tribal sobre el que busca sustentarse es apenas un bosquejo y hay claros descuidos en la ejecución a la hora de alcanzar los puntos más dramáticos dentro de una ficción cuyas reglas en cuanto a las víctimas nunca son claras, amén de que todo lo arriba mencionado son hallazgos aislados por una serie de incongruencias.
Empezando por la desaparición que se convierte en uno de los principales detonadores y contrastes, la cual de manera inverosímil no resulta notoria hasta que resulta demasiado conveniente, lo mismo que el intermitente proceso del personaje que es el primero en hacer conciencia de ella.
Así pues, “El hoyo en la cerca”, dirigida por él también responsable de la mucho mejor lograda “Maquinaria Panamericana” (2016), que se pudo ver en el Festival de Venecia y el de Morelia —en sus respectivas ediciones de 2021)—, es una película de momentos, la mayoría de ellos interesantes y hasta efectivos por sí mismos, pero inconsistente en su conjunto y endeble en su conclusión.
