Cine

Bardo, el autorretrato existencialista de Iñárritu

El cineasta mexicano se refiere a su misma figura en su nueva película y se representa como un documentalista; la cinta emplea un lenguaje cinematográfico que alcanza el virtuosismo

Bardo, el autorretrato existencialista de Iñárritu.
Bardo, el autorretrato existencialista de Iñárritu. Foto: Especial

Este tipo de introspecciones fílmicas que bordean los límites del egocentrismo son uno de esos lujos que sólo ciertos directores pueden darse y salir bien librados ante qué tanto se permiten exponerse sin caer en la autocomplacencia.

Y aunque es cierto que esto último permea parte de Bardo: falsa crónica de unas cuantas verdades, principalmente cuando Alejandro González Iñárritu se refiere a su propia figura como cineasta, este alcanza tales niveles de virtuosismo al orquestar el lenguaje cinematográfico en conjunción con las cuestiones más personales, que logra trascender el alarde y ofrecer una embriagadora sinfonía de sentimientos estilizados.

En este caso representándose a sí mismo como un periodista y documentalista mexicano avecindado en Estados Unidos, que previo a recibir un reconocimiento por su trabajo regresa a nuestro país, encarnado por el siempre minucioso y entregado Daniel Giménez Cacho, quien vuelve a lucir en pleno estado de gracia.

Es imposible no dejarse llevar por la parsimonia casi ceremonial con la que la cámara transita por la reflexión y el simbolismo, dejando que con toda naturalidad los planos abiertos se conviertan en seductoras transiciones hacia la vitalidad liberadora de los reclamos y revelaciones de la vida familiar, y de las implicaciones y artificios del glamour intelectual.

Daniel Giménez Cacho, en fotogramas del filme.
Daniel Giménez Cacho, en fotogramas del filme.

Y cómo no disfrutar del cinismo con el que en veces deja ver el detrás de la ficción, y en otras más desfasa las reglas dentro de la misma para permitirse algunos apuntes de autoparodia, como cuando la voz del protagonista continúa escuchándose sin que este mueva los labios, hasta que sus interlocutores le señalan que lo está haciendo.

Así entonces es que de pronto nos encontramos con una enrarecida recreación de espíritu teatral, que ilustra y se ríe de la necesidad de vestir con mitos las verdades históricas; una charla llena de honestidad sobre permitirse el regresar y salir del estado de confort, dentro de una postal en la que la línea divisoria entre el agua contenida en una alberca y la del océano apenas se distingue cortando el horizonte; con la brutal elocuencia de la representación de un país habitado por desaparecidos, donde la indolencia se ha normalizado y el Centro Histórico es un bello y doloroso telón de fondo; así como un reencuentro en inusual escenario, donde recurriendo al uso de técnicas digitales logra una entrañable materialización de la sensación de un adulto volviendo a percibir a su padre como cuando era niño.

Daniel Giménez Cacho, en fotogramas del filme.
Daniel Giménez Cacho, en fotogramas del filme.

Todo esto acompañado de la irónica disertación sobre el concepto de hogar y la naturaleza de lo que se denomina como migrante, así como la contradicción entre el clasismo asumido y quienes supuestamente se oponen a él, la cual se vuelve una constante hasta que estalla en un casi esperpéntico enfrentamiento al cruzar la frontera, que servirá de preludio a la conciliación del personaje consigo mismo.

Esas son sólo algunas de las visiones que forman parte de este lúcido abrir y cerrar de puertas a memorias y emociones, que conduce a tantos temas y resulta tan fascinante y sugestivo, que es muy sencillo pasar por alto el innecesario momento del discurso con que el también responsable de la siempre referida Amores Perros (2000), se cura en salud criticando su propia película, así como ciertos regodeos que llegan a caer en lo reiterativo.

Bardo: falsa crónica de unas cuantas verdades, que se apunta en la línea de autorretratos tipo Fue la Mano de Dios (2021), de Paolo Sorrentino, y que por momentos tiene escenas que nos recuerdan a películas como la célebre Asesinos por Naturaleza (1994), de Oliver Stone, con su declaración sobre el criminal convertido en animal mediático, es una experiencia gratificante que además de que estará disponible en Netflix, exige disfrutarse en pantalla grande.

No podría haber sido más conveniente para inaugurar la edición veinte de uno de los eventos fílmicos más importantes de nuestro país, el Festival Internacional de Cine de Morelia.

  • Director: Alejandro González Iñárritu
  • Género: Drama
  • País: México
  • Año: 2022