Creada por Charles Addams para el mundo de las viñetas a principios de los años 30, consolidada por la televisión en los 60, con la serie de la ABC, y revitalizada en los 90 con dos divertidas películas dirigidas por Barry Sonnenfeld, "La Familia Addams" no sólo es un clásico del entretenimiento estadounidense y un icono del imaginario popular a nivel mundial, sino una de las más ácidas y siniestras representaciones de la naturaleza de lo diferente y una transgresión de las formas de convivencia preestablecidas, a través del gusto por lo extravagante.
Es tal espíritu de mustia subversión el que en "Merlina", serie de Netflix impulsada por Tim Burton —dirige los cuatro primeros episodios—, está entendido y es llevado con alevosía a confrontarse con los resabios de una de las fracciones de las sociedades más hipócritas y prejuiciosas de la historia, la de los Padres Peregrinos.
Para ello recurren a una fórmula probada, el ingreso de la protagonista a una nueva escuela, dando pie a acostumbradas situaciones como, los roces entre grupos de alumnos dominantes, competencias deportivas y, por supuesto, los bailes estudiantiles.
Sin embargo, el hecho que la escuela tenga una tradición de enseñar sólo a adolescentes fuera de lo “común” y que se ubique a las orillas de un pueblo habitado por gente promedio, que además ha institucionalizado las mencionadas raíces de los colonos salpicadas de fanatismo, es lo que permite elaborar un peculiar juego de tres niveles con respecto a la tolerancia y la comprensión, pues la joven Merlina resulta ser la mas “rara” entre los que de por sí son considerados “raros”.
Es debido a lo anterior, que los toques de comedia más disparatados del concepto original, que se extrañan y podrían darle un poco más de brillantez al desarrollo cuando por momentos tropieza con los lugares comunes, aquí se ven diluidos en pro de construir la intriga al estilo de Agatha Christie, eficaz y con sus respectivos giros de tuerca, con el agregado de algunas criaturas monstruosas, además de muy calculadas dosis de sangre dentro de algunas visiones que rayan en el gore, las cuales le sientan de maravilla.
Aún así, el humor está presente, pero contenido a través de la ironía que explota en un escenario lleno de referencias culturales —empezando por el nombre de la escuela tomado de los escritos de Allan Poe, vía los diálogos de una Merlina que, por cierto, escucha canciones como “Llorona”, de Chavela Vargas, aludiendo frases y textos de figuras de la talla de Jean-Paul Sartre.
Todo en contraste con la frivolidad matizada de su compañera de cuarto, la convulsa relación con sus compañeros, sus padres y maestros, además de la inesperada e insólita llegada del enamoramiento, para dejar en claro que dentro de su mórbida arrogancia y precoz adultez, tiene mucho que aprender.
La presentación de otros queridos personajes, salvo Homero, quien se ve completamente disminuido y carente de los arranques de carismática locura que le definen, es entrañable y divertida, como en el caso de Dedos y el Tío Lucas. Y, por otro lado, resulta una grata sorpresa encontrarse con temas musicales como “Nothing Else Matters”, de Metallica y “Paint It, Black”, de The Rolling Stones, reinterpretados con toques de retorcida melancolía.
Pese a que "Merlina" no escapa a ciertos tópicos de los productos juveniles, consiguen darle una conveniente y llamativa evolución al personaje que con lucidez hace suyo Jenna Ortega.