El desasosiego que en “Men: terror en las sombras” logran proyectar a partir de la belleza campirana de parajes ingleses que se extienden indolentes, y que de inicio parecieran solamente ilustrar la soledad de una chica ante sus propios sentimientos convulsionados por una tragedia que busca asimilar y superar; tras caer por momentos en una ambigüedad que puede provocar el distanciamiento del público, se convierte en una metáfora mucho más poderosa e inquietante que se aleja de lo convencional cuando sirve de lienzo para elaborar un entorno aparentemente idílico, donde se materializa la devaluación a la que se ve sometida la mujer por los dañinos modelos de masculinidad, mismos que puntualmente aquí serán representados por los distintos personajes.
La agresión machista que se gesta desde la adolescencia, la que se viste de supuesta amabilidad, la condescendencia criminal ante el acoso, el menosprecio por parte de las autoridades y la culpa alimentada por los conceptos arcaicos de las solapadoras instituciones religiosas, sólo son parte de algunos de los comportamientos cuya naturaleza va siendo expuesta entre atmósferas cuya estilización contrasta con la hostilidad implícita.
Pero tal deconstrucción de algo tan lamentablemente presente en nuestra realidad, y que al entrelazarse con la relación tóxica que sirve como detonador de la trama se convierte en la fuente del miedo, además sirve como estructura para transitar con lucidez por distintos estilos dentro del cine de género, sacando provecho de los rasgos que definen cada uno de ellos.
Así entonces pasamos del drama que abre la puerta a la violencia emocional propia del chantaje y que se va explicando de a poco, al terror psicológico que provoca el acecho y la transgresión visual, pasando por el gore lento y muy enfocado, hasta llegar al horror físico que ilustra al extremo la gestación interminable de uno de los males más arraigados de nuestra sociedad, conectando con la capacidad de reproducción femenina que éste siempre ha querido tener bajo su control como parte del sometimiento. Todo hasta terminar con un pregunta y un par de palabras cuya verosimilitud son lo más escalofriante del pasaje dirigido por Alex Garland —“Ex Máquina” (2014)—.
“Men” —por su breve y más conveniente título original—, producción venida de Reino Unido, es pues una propuesta de terror con vocación antropológica, que aunque en el camino apunta algunos símbolos que no encuentran la cohesión dentro del conjunto y dejan en el aire algunas preguntas, en su perturbador desarrollo es agudo y contundente, además de hábil para generar la conversación crítica e inteligente dentro de un vehículo de entretenimiento enigmático y satisfactorio.
