La narrativa visual con sello Hitchcock, definida por desplazamientos de la cámara usando en simultáneo el zoom para dar una sensación de desdoblamiento de la percepción, y emulando en veces el movimiento de la cabeza al girar de un lado a otro, o cual si se inclinara hacia el hombro; en "Llaman a la puerta" es utilizada con todo conocimiento de causa y efecto por M. Night Shyamalan —"El Sexto Sentido" (1999)— para encapsular dentro de cuatro paredes la vorágine de frustración y angustia ante una catástrofe de magnitudes globales que se percibe a medias cuando un grupo de extraños irrumpen en la solitaria cabaña donde vacacionan una pequeña y sus padres, para empujarles a tomar una decisión que supuestamente detendrá el apocalipsis.
Entre la incertidumbre propia de la primera secuencia sobre el encuentro entre la protagonista y el personaje interpretado con convicción y sutileza por un gigantón Dave Bautista —"Guardianes de la Galaxia" (2014, 2017)— la cual nos recuerda aquella escena entre una niña y el monstruo de Frankenstein en el clásico de James Whale de 1931; con base a diálogos medidos, close ups y planos a detalle, que contrastan las miradas con las sensaciones del solitario paraje campirano, se genera la contención emocional necesaria que desconcierta ante la posible amenaza, haciendo de la infantil captura de saltamontes en la que estaban abocados de inicio, se convierta en una metáfora del ser humano ante los designios de una fuerza mayor que se manifiesta en lo inexplicable que delimita y trastoca la perspectiva.
A partir de ese momento, la incredulidad se resquebraja con cada espasmo de violencia que adquiere un mayor impacto, al conocer a la persona detrás de la fachada de los invasores, cuya amabilidad mezclada con sus acciones transgresoras lleva su rol más allá del arquetipo del villano, pisando un terreno fértil y bien aprovechado por las interpretaciones genuinamente comprometidas de un cast bien enfocado.
De tal modo es que el relato alcanza niveles de alta tensión, mientras los flashbacks cumplen con su cometido de develar los antecedentes de los cautivos a través de los cuales se normaliza la diversidad del concepto de familia, poniendo sobre la mesa el tema de la homofobia como uno de los posibles móviles de la agresión.
Al final, el giro no es tan sorpresivo como se promete y todo termina aterrizando en un drama con un fondo que queda a deber, tomando en cuenta los planteamientos que abrieron con respecto a lo que es la verdad y lo que se quiere creer, pero aún así se trata de un depurado ejercicio fílmico cuya manipulación le resulta al espectador tan evidente como irresistible y muy disfrutable.
El otrora director de "Fragmentado" (2016), entre su ya acostumbrada intermitencia recupera la firmeza del pulso para alterar los lineamientos de la convivencia y estirar los límites de la comprensión, volviendo al camino que le ganara un lugar dentro de la industria y el gusto del público.