Luego de un periodo con más series que películas, donde se permitieron correr mayores riesgos, arrojando un innegable saldo a favor, vía producciones como el inconsistente, pero refrescante y encantador ejercicio de estilo llamado “Wandavision”, la envolvente pieza de género protagonizada por Moon Knight o la compleja y hasta profunda aventura con disertaciones existencialistas que consagró a Loki, Marvel Estudios da inicio a la nueva fase buscando pisar sobre seguro con “Ant-Man and the Wasp: Quantumania”.
Y es que tienen tan ensayada la fórmula, que al menos para el cine prefieren la comodidad, y antes que desarrollar la intensidad del drama o elaborar algún otro tipo de exploración con respecto a sus conceptos, como sucedió en las series mencionadas, enfocan el esfuerzo sólo en las cuestiones técnicas volviéndose sumamente predecible.
Vamos, que esa misma trama sobre un puñado de recién llegados uniéndose a revolucionarios para enfrentar un régimen dictatorial, con todo y un adolescente arengando la sublevación, la acabamos de ver en "Black Adam" y vaya que esa película está llena de convencionalismos.
La visita obligada de Scott Lang y compañía a este insólito reino cuántico que viera la luz en los cómics del Capitán América allá por 1943 —ahí denominado como Microverse— y al que sólo se puede acceder mediante el encogimiento subatómico, sin duda resultaba materia prima ideal para desbordar la imaginación, y era obvia la apuesta por el CGI para generar por completo la mayoría de los escenarios y los personajes.
Sin embargo, el artificioso resultado por momentos sorprende, pero en otros causa distanciamiento, y aunque se aprecia el intento por diseñar una fauna, entorno y sistema social propio, éste naufraga ante lo genérico de la estructura y el funcionamiento.
Kang el Conquistador, pese a la trama que por momentos lleva algunas de sus acciones a las salidas tramposas, es el que por sí mismo representa lo más sólido de la propuesta en general.
La sobria interpretación de Jonathan Majors, quien le otorga un dejo de irónica amargura a la retorcida naturaleza del personaje y la de sus despiadadas variantes, manteniendo el aire de tragedia que acompaña sus manipulaciones y lo atroz de su pasado que se confunde con su futuro y presente —algo de lo cual aquí conocemos un poco más—, lo encamina con certeza a convertirse en el gran villano que se espera para la actual fase 5.
MODOK, por su parte, quien no hace mucho encontró su mejor versión en la satírica producción animada de Hulu —por desgracia ya cancelada—, es una promesa incumplida de autoparodia, dado que las posibilidades de su grotesca conjunción orgánica-digital se pierden debido al afán de hacerle entrañable entre chistes simples y sin convicción.
Por supuesto están las pequeñas conexiones que dan continuidad al universo expandido, además de las dos respectivas escenas postcréditos, que cumplirán “convenciendo a los convencidos” de emocionarse y sorprenderse, aunque en realidad son solamente la confirmación de lo que ya se sabía, dentro del colofón para una película apenas entretenida y que queda por debajo de aquel debut fílmico de Ant-Man, el derrochaba ingenio y desfachatez.