Se estrena en salas mexicanas

Scream 6, ya era tiempo de gritar en la ciudad

El filme de Bettinelli y Gillett llega más sangrienta, pero sin perder el humor que es característico de la historia; los directores se ríen de sus propias reglas y crea una burla dentro de la burla

Scream 6. Foto: Especial

El refrescante espíritu autoparódico y referencial que distinguió la saga en sus inicios, por fin vuelve a hacerse presente con cínica lucidez para dar pie a una entrega muy superior a su aburrida predecesora de 2022, que terminó por hundirse en lo repetitivo. Aquí Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett que repiten en la dirección, por fin entienden que lo más importante de Scream no es el por qué, si no el cómo suceden las cosas y hasta dónde eres capaz de retorcerlas, con el “¿Quién?” sólo de pretexto y no como el fin.

Desde la secuencia inicial, que por supuesto involucra una llamada de teléfono, se muestran hábiles al hacer efectivo su concepto de origen, que consiste en ironizar los lineamientos del cine de género haciéndoles pasar a formar parte de su propia ficción, con la diferencia de que esta vez también se ríen de sus propias reglas para elaborar una burla dentro de la burla, tomándose el atrevimiento de transgredirlas, y luego con todo el desenfado volver a ellas ya habiéndolas puesto a tono con el imponente Nueva York, lo cual se convierte en su principal acierto.

Y es que con la huida de Woodsboro por parte de los cuatro sobrevivientes de los últimos ataques de Ghostface, Scream 6 además de que se mantiene sumamente fiel a la saga evidenciando las sentencias que ha venido arrojando con respecto a las secuelas de las películas de terror, sabe sacarles provecho. Empezando por aquella que señala el cambio de escenario como forma de reavivar una franquicia cuando se encuentra al borde del desgaste, el cual les sirve para con base a la indiferencia y hostilidad urbana, generar tensas secuencias en lugares muy transitados. Los asesinatos siguen sin recuperar ese retorcido ingenio que les imprimía el legendario Wes Craven allá por 1996, pero el ímpetu violento que rayaba en el humor negro sigue presente. La trama no evita la excesiva conveniencia de ciertas situaciones y de las salidas que ofrecen algunos personajes, justificándolas simplemente con un “es que soy periodista” o “soy del FBI”, pero todo eso pasa a segundo término gracias a que la propuesta sólo se toma en serio en la medida del absurdo de su propio juego, que por más giros que se guarde —no todos realmente efectivos—, mantiene fija la mira en objetivos del mecanismo ya conocido, a los que habrá de llegar puntual, cobijada por ese culto a su propia mitología que tanto disfrutan los fans.

  • Directores: Tyler Gillett, Matt Bettinelli-Olpin
  • Distribuida por: Paramount Pictures