La occidentalización de las artes marciales impulsada en los 60 por el legendario Bruce Lee, que se consolidara con su paso de la pantalla grande al mercado de los videoclubs con figuras como Chuck Norris, Jean Claude Van Damme y Don “The Dragon” Wilson, en “John Wick 4” encuentra uno de sus puntos más altos a través del salvajismo estilizado.
No es gratuito que en esta nueva entrega de la saga que evolucionó de ser una simple historia de venganza, a convertirse en una igual de simple pero más sugestiva y violenta oda sobre el otrora ejecutor implacable —una vez más encarnado por Keanu Reeves—, en la búsqueda de la libertad que le dé paz ante la imposibilidad de alcanzar la mínima redención; se enfaticen aún más los códigos provenientes del western para estirar los puntos de tensión como en su momento lo hiciera “El Furor del Dragón” (1972).
Tampoco el que se llene de referencias a las adaptaciones fílmicas de clásicos literarios como "Zatoichi" (1962, 2003), e incluso que cuando el ritmo requiera un empujón, termine de apropiarse para su propia travesía urbana, de aquella voz sin rostro que desde la radio marcaba las directrices y acompañaba la persecución de los protagonistas en “Los Guerreros” (1979).
Sólo así es que logran darle consistencia a un concepto visual sofisticado plagado de escenarios fastuosos y cosmopolitas, reinterpretados dentro de un universo de aire análogo que se cotiza en monedas doradas, y además pueden alimentar el sentido dramático necesario para sostener la exigencia superlativa del desarrollo, cuyos breves respiros sólo son para darle su espacio a las peculiares formas y reglas de la organización de asesinos en cuestión, con la grandilocuencia disimulada de diálogos que apuntan al romanticismo del guerrero.
Se trata de un nuevo festín de escenas de acción que sorprende por su brutal belleza, incluyendo desde planos secuencias con puntos de vista aéreos casi imposibles sobre balaceras interminables, pasando por insólitos y mortales juegos de peleas y persecuciones entre autos en movimiento, hasta duelos al amanecer y trayectos por escalinatas donde los combates cuerpo a cuerpo adquieren toques de melancolía.
“John Wick 4” es un producto de entretenimiento puro que no cuenta gran cosa ni lo pretende, pero pondera conceptos básicos del antihéroe y pese a alcanzar su cuarta entrega no ha perdido el ímpetu, por lo que cierra convenientemente su línea principal, dejando las puertas abiertas para sus respectivos spin-offs.