El punto de partida de Invasión secreta, la nueva propuesta para el mercado casero por parte de Marvel Studios, no podría encontrar un mejor escenario que las entrañas de la sobria y desconcertante Moscú, cuya imagen a los ojos foráneos aún conecta con los resabios de la Guerra Fría y que en este caso reactivan con toda la intención de encontrar un fondo mucho más adulto al que se nos tiene acostumbrados.
A pesar de que de inicio renuncia al impacto que conseguía la obra original escrita por figuras de la talla de Brian Michael Bendis —cocreador de Miles Morales— y que se presentó en 2008 como un macro evento que terminaría por modificar el statu quo de su ficción en los cómics, sí se compromete con el desarrollo del concepto de espías al estilo de la vieja escuela, con personajes cuyas relaciones siempre apuntan a una doble intención y en sus charlas con cierto sarcasmo suelen dar respuestas enigmáticas y aparentemente convenientes, entre atmósferas contenidas donde, aunque la tensión no alcanza puntos muy altos, sí mantiene la consistencia e incluye las convenientes persecuciones y combates cuerpo a cuerpo para dar respiros.
En la estructura apuestan por la trillada fórmula de refugiados divididos en dos facciones, por un lado los alienígenas que buscan una convivencia pacífica; por el otro, aquellos que intentan apoderarse del planeta a través de actos terroristas que buscan provocar una guerra ente las naciones humanas. Es ahí en donde se diluyen las posibilidades que los llamados Skrull ofrecen como personajes, pues su capacidad para cambiar de apariencia se convierte sólo en un recurso para la acción y no precisamente para la intriga; es decir, la mayor parte del tiempo es muy evidente quién es quién y, en ese sentido, la abrumadora sensación de desconcierto que provocaría el que incluso algún superhéroe pudiera ser un impostor, de entrada se queda corta.
En este inicio de Invasión secreta, que se contará a través de episodios semanales a través de Disney+ a partir de hoy, nos encontramos con una adaptación que se toma muchas libertades, pero que tiene objetivos claros y establece con certeza las bases para una aventura más enfocada en darle evolución a Nick Fury —una vez más interpretado por Samuel L. Jackson— quien sin contar con una sola película como protagonista total, siempre ha sido una presencia constante dentro del funcionamiento del MCU.
En esta ocasión, Nick Fury regresa desencantado de sus propios ideales luego de autoexiliarse al espacio con un proyecto gubernamental tras el llamado “Blip”, para enfrentar una invasión de grandes magnitudes, entre alianzas, traiciones, muertes y ataques terroristas en los que Disney muestra menos reticencia ante el nivel de violencia, mientras las personas a su alrededor le repiten que ya no está capacitado para el nuevo reto. Veremos qué tan lejos llega esta serie y si cambia de forma contundente el universo al que pertenece.