Si bien algo de síntesis le hubiera caído de maravilla a “Los asesinos de la luna” para darle la potencia necesaria que le pusiera a la altura de las mejores películas de Martin Scorsese, lo cierto es que esto no importa ante lo minucioso que es al desarrollar las líneas dramáticas y la paciencia con que estira los puntos de tensión que le alejan de cualquier lentitud para hacer que se disfrute hasta lo que podría ser prescindible de las 3 horas y media que dura su adaptación de la novela “Killer of the Flowers Moon: the Osage Murders and the Birth of the FBI de David Grann”, sobre como en los años 20 los miembros de la nación Osage son asesinados sistemáticamente para despojarles del petróleo descubierto en su territorio y que justamente han reclamado como suyo.
Este despliegue de maestría cinematográfica sin aspavientos que cuenta con la complicidad de la fotografía del mexicano Rodrigo Prieto, queda claro desde el parco y contundente sentido periodístico con el que da testimonio de las muertes de los integrantes de estos nativos de Oklahoma que pasan a ser solo estadísticas del FBI, como una muestra más del mecanismo de impunidad que aún hoy en nuestra sociedad es práctica común de los gobiernos, autoridades e instituciones.
Lo mismo sucede cuando luego son perder el paso se aboca a dimensionar con cada mínimo detalle en las actitudes y en la fuerza de las miradas entre diálogos punzantes, la naturaleza de las relaciones políticas, conyugales y de familia dentro de un entorno marcado por el doble discurso y la hipocresía.
A quien también le resulta la apuesta es a Leonardo DiCaprio, que se hace con un personaje distinto a lo acostumbrado, trabajando una corporalidad acorde a la insignificancia de un oportunista cuya estupidez solo es superada por lo pusilánime de su personalidad y lo endeble de sus escrúpulos.
Por supuesto destaca la actriz Lily Gladstone, quien encuentra la elocuencia emocional en una gestual contenida que hace sutiles transiciones entre la honestidad del cariño y la resignación ante la conciencia de las pocas virtudes que pudieran compensar las evidentes debilidades de su esposo, demostrando que es capaz de llenar la pantalla con la profundidad de sus silencios para alimentar lo denso de la fatalidad del relato.
Tal vez la implosión que se vuelve una constante pueda desconcertar a algunos, pero es esta intensidad dosificada ante la frialdad de las manipulaciones y lo violento de la culminación de las mismas, lo que viste de inquietud el trayecto de una película reivindicativa que evidencia la naturaleza voraz del colonialismo y la ambición despiadada sobre la que se sustenta la historia de un país. Definitivamente Los Asesinos de la Luna no es lo mejor del buen Marty Scorsese, pero si está por encima del promedio y vaya que se disfruta de principio a fin.