La ingeniosa conjunción de convenciones y códigos provenientes del mundo de las arcades, la música, el anime y el cartoon, que al canadiense Bryan Lee O’ Malley le sirviera para con total conocimiento de causa reflejar en su célebre novela gráfica “Scott Pilgrim y las Maravillas de su vida” —publicada con el resto de sus secuelas en México por Editorial Kamite—, una parte del desencanto, furia y melancolía que impregnaba el deambular de aquellos que, como él mismo menciona, fuimos adolescentes de los 90; vaya que fue entendida por el director Edgar Wright, quien valiéndose del lenguaje cinematográfico y sus posibilidades digitales, además del ímpetu del rock Indie, en “Scott Pilgrim vs. los ex de la chica de sus sueños” (2010) hizo del que era un retrato generacional en viñetas, una obra fílmica con estatus de culto.
Sin duda un ingenioso ejercicio de enriquecimiento creativo con base a la retroalimentación entre formas de expresión elaborado sobre la insólita historia de un chico enfrentando a los “ex” de su nueva novia, que ahora encuentra una lúcida y muy divertida continuidad vía su llegada al campo de la animación con la serie “Scott Pilgrim da el salto”, estrenada por la plataforma de Netflix.
Y es que para esta nueva entrega del caldo de cultivo que dio como resultado una de las producciones representativas de la tendencia a la autoreferencia que sigue marcando el paso dentro del entretenimiento, además de contar con las voces originales de los actores de la ya mencionada versión live-action —Michael Cera, Mary Elizabeth Winsted, Kieran Culkin, Anna Kendrick, Brie Larson, Chris Evans—, deciden hacer un mayor énfasis en ciertos rasgos llevándole así en el momento oportuno ya sea de lleno a la estridencia de la épica con cierto grado de violencia y la gestual exacerbada que a la melancolía y el humor un tanto infantil propios del anime, en contraste con los apuntes sardónicos y la sexualidad desfachatada que ya eran parte de la que de por sí se presentaba como una insólita comedia romántica.
Pero lo mejor viene en lo que se refiere a la trama, pues con un inesperado giro abren una brecha argumental paralela para, sin traicionar el concepto original, otorgarle nuevo protagonismo a Ramona Flowers, uno de los personajes más queridos de la franquicia, y que junto con ella exploremos más a detalles la naturaleza de sus sentimientos por Scott.
Esto además permite el desarrollo de otros de los protagonistas y antagonistas, quienes se refuerzan como arquetipos de las incertidumbres románticas, los modelos de masculinidad y encarnaciones de rasgos distintivos de la cultura pop de principios de este siglo, dígase la frivolidad asumida y reivindicada en estilo de vida, el vacío existencial cotidiano o el corporativismo que hace de sinónimo de identidad.
De tal modo la serie “Scott Pilgrim da el salto” se convierte en un producto tan atractivo y refrescante tanto para los que ya conocen los cómics y la película, como para aquellos no iniciados que se acerquen por primera vez a la franquicia.