La amistad improbable entre un niño y un ser de naturaleza alegórica que da pie a la aventura de ida y vuelta entre los límites del inconsciente, es lo que aquí les sirve al director Sean Charmatz -Trolls Holiday in harmony (Tv/2021)-, para ofrecer un simpático y emotivo pasaje con el objetivo de materializar conceptos relacionados con la ansiedad y los temores infantiles, a través de entes alegóricos entrañables que desarrollan dinámicas ingeniosas relacionadas con el sueño en un mundo sorprendente y de diseño vibrante, donde los dispositivos digitales y el uso de las redes sociales curiosamente y pese a que el relato recorre distintas épocas, brillan por su ausencia, lo cual definitivamente ni si quiera hace falta que lo expliquen.
Dentro de la mitología que nos presentan hay cuestiones que quedan en el aire, como la falta del equivalente en el periodo de día, de los seres que laboran por la noche, y de porto lo que pareciera que les es muy muy importante, de pronto no lo es tanto, sin embargo esto son un par de detalles que no afecta mayormente la congruencia ni el desarrollo del relato.
Así mismo la trama no está exenta de algunas salidas tramposas, pero estas aciertan al justificarlas haciéndolas evidentes con un sugestivo juego de ficción dentro de la ficción que se entrelaza a tres niveles siguiendo una emotiva variante del ejercicio denominado como “cadáver esquisto” -donde diferentes narradores se turnan para continuar la historia-, logrando que el espectador no pueda sino comprarles el artificio y dejarse llevar por la evocación de los vínculos entre padres e hijos.
Todo además apuntándose en las tendencias visuales actuales con una orgánica y llamativa integración de distintos estilos de animación tradicional que van de los bocetos a emular los garabateados en los cuadernos escolares, hasta el uso de cuadros de diálogo y viñetas dinámicas sobre una base de diseño digital, pero siempre cumpliendo una función dramática.
Orion y la oscuridad, película de DreamWorks Animation basada en el libro infantil del mismo nombre de Emma Yarlett, presentada por Netflix, desborda imaginación y cariño por los detalles con un objetivo inteligente, y que sin grandes alardes es aquello que hubieran querido ser recientes y fallidas producciones de perfil similar, dígase Elementos (2023) y Wish (2024).