En 1957, con la fórmula 1 aún incipiente y todas las libertades en cuanto a elaboración y diseño de motores que esto permitía, el legendario ex piloto Enzo Ferrari se encontraba sumergido en una crisis emocional provocada por la muerte de su hijo y su indecisión para darle su apellido a otro que tiene fuera del matrimonio, además de los reproches de su esposa y la aversión que se tienen ella y su madre.
En medio de todo esto y para sortear los problemas financieros de su empresa, la única salida que encuentra es participar y ganar en las Mil Millas de Italia, poniendo una vez más a prueba su acostumbrado afán de diseñar vehículos llevando al límite el reglamento.
Tal historia pareciera ideal para que el otrora director de estupendas películas como “El Informante” (1999) y “Colateral” (2004) haga valer en “Ferrari” el estilo que consolidara a principios de este siglo como hábil pionero en el uso de las cámaras digitales.
Y así lo hace al menos en el último tercio, cuando la acción en pantalla explota con secuencias trepidantes en las pistas donde la mirada va colgada a los costados de los autos y al ras de los neumáticos dejando que la perspectiva se pierda con una profundidad nítida e interminable logrando un vertiginoso efecto inmersivo.
A pulso firme el director aprieta las tuercas para sostener y aumentar la tensión con agresivos encuadres a los rostros, hasta soltar el freno y deslizarse proyectando la plenitud que deben sentir aquellos que van al volante en el borde entre la gloria y la tragedia.
El asunto es que para que este vehículo fílmico llegue a ese punto recorre un camino donde los conflictos saltan sin la necesaria preparación, se dan demasiadas cosas por entendido y pareciera que el espectador llegó tarde al espectáculo cuyos momentos fatales al inicio pasan de largo en su intento por apuntar las actitudes dictatoriales del protagonista que en su tiempo le ganaron el apodo de “il Commendatore”, el cual de nada sirve que se mencione en diferentes ocasiones.
Ni siquiera con los flashbacks que buscan ir completando el marco general y las razones que sustentan la circunstancia de los personajes, logran salvar el distanciamiento en el que se mantiene la mayor parte del tiempo el drama, mientras las decisiones implicadas a la hora de alcanzar las pistas, que en muchas ocasiones le fueron cuestionadas a la escudería Ferrari y que deberían apuntalar los momentos climáticos, se quedan en lo anecdótico.