Ante la evidente y más que necesaria caída del boom del cine de superhéroes —después de más de diez años de avasallar las carteleras del mundo—, el Monsterverse parece llegar a ocupar su lugar, en cuanto a universos interconectados se refiere. Aunque la creación de este mundo inició sin que sus creadores estuvieran completamente conscientes de lo que ocurriría allá por los años 50 en el continente asiático con Gojira, Mothra, Rodan y compañía, a la par de las películas de luchadores que ya también lo hacían en México uniendo a personajes como El Santo, Blue Demon y hasta Mil Máscaras.
Ahora, este Monsterverse, decidido a sacar el máximo provecho de los enfrentamientos entre legendarios dos titanes, entrega la nueva cinta Godzilla y Kong: el nuevo Imperio, que llega hoy a los cines de México.
Dicho Monsterverse después de las películas dirigidas por Gareth Edwards, Godzilla (2014) y Kong la isla Calavera (2017), con Godzilla II: King of Monsters (2019) se ha decantado de lleno por el “catch fílmico” consiguiendo hasta ahora mantener el interés del público, el cual, por supuesto, se ha reflejado con muy buenos resultados en taquilla. Además, en la serie Monarch: legacy of Monsters de Apple TV ha acertado al buscar otorgarle un poco de fondo con un entramado de organizaciones secretas y algo de misterio sin abandonar por completo la acción.
Sin embargo, los aciertos anteriores no se ven reflejados en Godzilla y Kong: el nuevo Imperio, donde el problema es que pese a saber que no hay necesidad de buscar mayor sentido al asunto, pues sólo se trata de valerse de un buen pretexto para desatar la batalla, sí es importante que exista el factor humano para que ésta cobre cierta relevancia y se genere así un poco de tensión en las situaciones, por más básicas y absurdas que sean, que de ese modo se sostenga el espectáculo, algo que sí consiguieron en la un tanto mejor lograda y divertida Godzilla vs Kong (2021).
En esta ocasión nunca sucede, porque, si bien, se plantea la irrupción de un tercer titán que busca dominar tanto la superficie del planeta como la tierra hueca, lo que provoca que el Rey Kong y el Rey de los Monstruos se vean nuevamente las caras y eventualmente se unan, se dejan de lado otros aspectos, ocasionando que la trama pierda sentido.
En esta nueva entrega, por ejemplo, los edificios, casas y vehículos, que bien podrían estar habitados o no, pues a nadie le importa, caen al paso de las criaturas, mientras los pocos ciudadanos que se llegan a ver siguen transitando en automático, sólo medio reaccionando a los hechos como si fueran maniquíes que tarde o temprano serán aplastados. Esto va en contra del supuesto afán de detener la nueva amenaza y salvar a la humanidad y su mundo, porque al ver el filme uno se pregunta, ¿qué van a salvar si ya parece destruido por completo?
Es cierto que en Godzilla y Kong: el nuevo Imperio hay una historia de tintes místicos con la que le dan continuidad a la pequeña niña protagonista de la entrega anterior, junto con otros de los personajes ya conocidos por los fans de la taquillera franquicia, pero en realidad es casi un pasaje alterno a algo genérico y hasta aburrido, que sólo sirve para encontrarle refuerzos y facilitar algún artefacto extra a los peleadores, al más puro estilo de un videojuego.
Por otra parte, a Kong lo sumergen en territorios donde prácticamente todo ya corresponde a su gran tamaño, echando a la basura en la mayoría de la película, el atractivo de que se trate de un gorila colosal. Pensando que en este tipo de propuestas la historia no es lo que se atiende, resultaría más satisfactorio ver algo de la saga de El Planeta de los Simios. Se agradece que al menos al legendario Godzilla no intentan desarrollarle mayor conciencia o algo así, lo mantienen como una fuerza incontenible de la naturaleza con su respectivo guiño a los peligros de la energía nuclear.
En resumen, con Godzilla y Kong: el nuevo Imperio, dirigida por Adam Wingard —La Bruja de Blair (2016), Death Note (2017)—, olvidémonos de cualquier tipo de mitología de monstruos, de alguna especie de reacción militar, investigación científica o drama que aderece la aventura, es sólo un explosivo ring de poco más de 130 millones de dólares para lucir a dos insólitos pugilistas en busca del espectáculo por el mero show, fuegos artificiales en la gran pantalla y nada más.