Correr para vivir se estrena el jueves

Carrera Rarámuri para sobrevivir al yugo del narco

En la cinta, Gerardo Dorantes refleja la dualidad de la Sierra Tarahumara; “no sólo los utilizan para sembrar amapola y mariguana, sino también para transportarla”, lamenta el cineasta

Vladimir Rivera, en un póster de la película.
Vladimir Rivera, en un póster de la película. Foto: Especial

El director mexicano Gerardo Dorantes asegura que la Sierra Tarahumara tiene una dualidad que le impacta, por un lado, las grandes proezas de los corredores rarámuris y, por otro, que esa habilidad se convierta en su talón de Aquiles al ser utilizados como mulas por el crimen organizado. Esto lo refleja en su ópera prima Correr para vivir, donde muestra la carrera para sobrevivir al yugo del narcotráfico en esa comunidad.

“La Sierra Tarahumara de golpe es maravillosa, visualmente son unos amaneceres, atardeceres, montañas, cambio de colores sensacionales, pero al mismo tiempo es muy áspera, muy compleja, dura. Esa dualidad también está en las grandes proezas de los corredores rarámuri y en el yugo del narcotráfico”, dijo en entrevista con La Razón.

Correr para vivir, que llega a los cines el próximo jueves, presenta la historia de dos hermanos rarámuris, uno sueña con convertirse en el mejor corredor de maratón de todos los tiempos y otro ingresa a las filas del crimen organizado al trasladar droga entre territorios enemigos.

“El crimen organizado en esa zona en particular, no sólo los utiliza para sembrar amapola y mariguana, sino también para transportarla debido a esa gran habilidad que poseen, fue donde se me chispó la cabeza y dije, qué paradoja, es una contradicción que representa tanto a nuestro país. Esa habilidad deportiva tan maravillosa se vuelve su propia condena, su talón de Aquiles, ya nadie se salva, no importan las cualidades físicas, intelectuales y emocionales, al final terminan siendo explotadas para el bien de unos cuantos, en este caso, el crimen organizado.

“Cuando me di cuenta de eso, pensé que es una historia que hay que contar, darle visibilidad tanto a esta cultura, a ese estado y a esta problemática, porque como bien dices, está en todo el país”, explicó el realizador sobre su interés de plasmar desde la ficción problemáticas que enfrentan en la actualidad los habitantes de la Sierra Tarahumara, donde tan sólo el año pasado seis comunidades de Guachochi y Guadalupe y Calvo huyeron ante la violencia generada por las disputas entre los cárteles del Pacífico y de Juárez.

Gerardo Dorantes indicó que quiso mostrar esta realidad por muy dura que parezca. “Es una película cruda, porque es real, tratamos de no disfrazarla, ni tampoco hacer una apología del narco, pero sí llegar a un realismo. Todos conocemos de alguna manera esta parte bonita, sus vestimentas, su idioma, su gran capacidad para correr, pero qué hay detrás de esto, los chavos no tienen las oportunidades e invariablemente caen en el crimen organizado, en su precariedad terminan siendo víctimas del narco”, comentó.

Para realizar la película, Gerardo Dorantes confesó que incluso estuvo en contacto con gente del crimen organizado.

El arco dramático de los personajes es muy amplio, pasan por todo el espectro de emociones, desde la depresión, tristeza y nostalgia hasta la emoción máxima
Gerardo Dorantes<br>Director

“Partimos de la literatura, de tesis de investigación de la UNAM, de la UAM, hasta que dimos con Ana Paula Pintado, quien se volvió parte del equipo como asesora antropológica, para saber si lo que estábamos diciendo era correcto, si era respetuoso o lo suficientemente real; pasé meses yendo y viendo, conociendo a gente de un poblado, a gente del crimen organizado, estuve metido en el ajo haciendo una investigación de campo”, compartió.

La película es protagonizada por los actores Vladimir Rivera y Manuel Cruz Vivas, quienes fueron sometidos a un exhaustivo entrenamiento para tener la condición de los corredores rarámuris, pero también para comprender su sentido de resistencia y resiliencia, que les han permitido sobrevivir en ambientes tan adversos, no sólo geográficos, también llenos de violencia por el narco.

“Era ponerlos en situaciones tan extremas de agotamiento, de ejercicio exhaustivo para que lograran conectarse con esa parte que tienen los rarámuris de resistencia, de resiliencia, de dominio mental de su propio cuerpo, esa conexión espiritual, era llevarlos a estos niveles extremos de cansancio oyendo música rarámuri, con los huaraches rarámuri puestos.

“Tuvimos un entrenamiento de un mes tres veces a la semana, inclusive llegaron a correr con mordazas para quitarles la oxigenación, fue muy torturador y un proceso enriquecedor; tenían que acostumbrarse a esto para entender lo que viven ellos”, contó Gerardo Dorantes, director de la cinta que llegará a 500 salas del país.