Si bien las implicaciones sobre la eugenesia en relación con la fe, la religión y la moral —temas tomados recientemente en películas tipo “The Devil Conspiracy” (2023)—, son en “Inmaculada” mucho más espeluznantes y sugestivas que la película por sí misma, hay que reconocerle al director Michael Mohan —“Los voyeristas” (2021)—, el que prefiera una puesta en escena sobria y por momentos sofisticada para proyectar la inquietud a partir de lo sacro y las actividades específicas dentro de la dinámica religiosa, evitando caer en las obviedades de lo recargado y sucio en lo arcano a la hora de introducirnos en las entrañas de un convento en la campiña italiana, donde es recibida una monja estadounidense interpretada con concentración y minucia por Sydney Sweeney —“Madame Web” (2024)—, quien a pesar de su castidad se embaraza dando pie a la obvia interpretación del hecho como si de un milagro se tratara.
Son más las actitudes de los personajes y sus pequeñas expresiones en charlas donde el exceso de amabilidad se percibe hostil, además del apego a las normas que apunta a la manipulación, lo que alimenta las atmósferas de misterio idóneas para que sean los juegos espaciales que sacan provecho de la geometría en los pasillos, patios, altares y confesionarios, los que empujen los sobresaltos que aunque efectivos no dejan de ser meros jump scare, pero al menos están calculados para ir vistiéndose de lo sobrenatural y sembrar así la duda con respecto a cual es la naturaleza de lo que por otro lado es una evidente conspiración.
Están por supuesto los personajes que ya sea por arranques de demencia intrigante o una actitud irreverente que contrasta con la inicial postura de sumisión de la protagonista, rompen la atmósfera del orden predominante dejando entrever de a poco lo escabroso detrás de la idílica fachada religiosa y la ambigüedad de las acciones de las autorices eclesiásticas.
Sin embargo, estos se quedan a medias en su desarrollo, lo mismo que los planteamientos más arriesgados se ahogan en los estereotipos, restándole fuerza al relato en general que se encamina a las tradicionales escapes y persecuciones con una chica llevando a cabo acciones poco verosímiles dado su estado físico.
Inmaculada es pues, una obra de sólido transitar y cuidadosa ejecución, con finos acabados y pinceladas sangrientas cuando lo requiere, que igual puede generar algunos brincos de butaca en el espectador y empujar cuestionamientos sobre la pseudo ciencia, lo pagano y el fanatismo, pero cuya potencia terrorífica es poca y solo le da para ser entretenida.
Lo más destacado sigue siendo la joven actriz principal cuyo talento le permite sostener por sí sola varías escenas y ofrece un modelo de personaje femenino acorde a nuestros tiempos, con procesos emocionales claros y capaz de reaccionar ante las circunstancias, pero en realidad no hay muchas razones para escribir a casa con respecto al género que “Inmaculada” representa.