Con un estilo alucinante y una historia que atrapa al espectador de principio a fin, Jíkuri: Viaje al país de los Tarahumaras sigue a un artista curioso en su travesía por la sierra de Chihuahua para conocer más acerca de un ritual místico que él cree le ayudará a inspirarse para tener un mejor proceso creativo. La cinta presenta una confrontación de culturas conectadas a través del concepto de sanación, teniendo de un lado la mente y por el otro el alma, en lo que resulta un relato inmersivo y transformador sobre la locura, la magia, la atemporalidad y la búsqueda del ser.
En entrevista para La Razón durante el Festival Internacional de Cine en Guadalajara, el cineasta mexicano Federico Cecchetti compartió diversos detalles acerca de su proceso creativo para darle forma a la historia que cuenta en la pantalla en esta ocasión. “Venía de terminar la película de El Sueño del Mara’akame que es mi ópera prima y en la que básicamente hablo del chamanismo de la cultura Wixárika, traía esa experiencia que realmente me cambió mucho la vida y mi manera de ver el mundo; me llegó a las manos el libro de Antonin Artaud, lo leí y me impresionó muchísimo por varias razones, sobre todo por este acercamiento muy libre de entender a las culturas originarias vistas desde la perspectiva de alguien relacionado con el arte, quien de una manera muy libre conceptualiza de qué se trataban los rituales”, señaló el director.
Además del viaje realizado por el artista europeo y lo que éste escribió a partir de esa experiencia con el pueblo Tarahumara, la trama se inspira de igual manera en el encuentro que tuvo su director con un chamán que le contó lo ocurrido con Artaud, argumentando que éste seguramente habría perdido sus almas tras participar en un antiguo ritual.
Culturas como la que vemos en la película se relacionan con la naturaleza, los sueños y la magia de una manera en la que el resto de nosotros no lo hacemosFederico Cecchetti, Director
“Culturas como la que vemos en la película se relacionan con la naturaleza, los sueños y la magia de una manera en la que el resto de nosotros no lo hacemos, entonces sentí que básicamente lo que el poeta había experimentado fue una forma de deseo de conocer esto que era muy similar a lo que yo había vivido.
“Después me enteré de la historia personal de Artaud, que en realidad fue bastante trágica porque después de haber estado con los Tarahumaras se regresó a Europa y al poco tiempo fue encerrado en un manicomio, me dio mucha curiosidad saber qué había pasado y quería profundizar más en la vida de este personaje, eso me llevó a la Sierra Tarahumara siguiendo sus pasos y después a Francia porque quería saber más de él, y me pareció interesante cómo había visto la cultura Tarahumara”, contó acerca de cómo lo fue atrapando la historia real de Antonin.
“Hay una cosa en la construcción narrativa de la película que a mí me gusta mucho y es sobre estas elecciones que hacen los artistas para tratar de empujar más la expresividad artística, una regla que me propuse al hacer la cinta es que quería estar muy apegado al punto de vista de los personajes y cuando escribí el guion todo el tiempo estaba pensando en cuál era la mejor manera de representar a mis dos personajes principales, porque quería ser fiel a los puntos de vista de cada uno”, compartió sobre lo importante que era mostrar lo sucedido desde la perspectiva más adecuada y honesta.
El director propone una historia de ficción con una narrativa particular en un relato que consta de dos partes, la primera narrada desde el punto de vista de un joven Tarahumara cuya vida es trastocada cuando conoce a un extraño poeta, mientras que la segunda explora la demencia de Artaud desde su propio punto de vista. El encuentro de estos personajes inicia un valioso intercambio de poesía, admiración y amistad, lo cual acaba siendo la esencia de Jíkuri: Viaje al país de los Tarahumaras.
El filme es único por muchas razones, ya que es una de las pocas películas rodadas en lengua rarámuri, fue apoyada por esta comunidad e incluso contó con la bendición de uno de los más respetados Sipames; también tuvo textiles desarrollados por la comunidad en talleres tradicionales, se hicieron talleres de actuación con la comunidad y en general hubo una constante asesoría para cuidar cada aspecto de la producción.