Salvo aquella interpretación con la que Tim Burton en 1992 le llevará a vestirse de extravagante montruosidad y a tomar un perfil de infanticida, quizás ni en los propios cómics se había realizado una versión tan interesante como la que ahora nos presenta la producción “El Pingüino”, del que pese a ser considerado un clásico dentro de la galería de villanos del hombre murciélago —apareció por primera vez en 1941—, siempre había quedado en segundo plano en relación a otros estelares tipo el Joker o El Acertijo.
Y es que, aunque en este caso se trata de una serie spin-off que le da continuidad a la película The Batman con una la trama que se ubica apenas una semana después de los hechos que esta nos narrara, estamos ante un muy buen ejemplo de los estupendos resultados que se consiguen cuando se da prioridad al desarrollo del personaje y no a las conexiones con universos expandidos.
Desde el primer episodio sorprende cómo dicho personaje, encarnado por un Colin Farrell —“El sacrificio del ciervo sagrado” (2017)— que hace del maquillaje el complemento perfecto para la mezcla de espeluznante serenidad y encanto con la que juega; luce motivaciones fuertes sustentadas en el instinto de supervivencia y el resentimiento que se convierten en ambición, muchas de ellas conectadas con las pequeñas anécdotas que muy quitado de la pena suelta en charlas casuales entre muertes y persecuciones, adquiriendo así complejidad a través de su amoral capacidad de reacción ante situaciones límite, escabulléndose por el menor resquicio que le ofrecen las consecuencias de la muerte de quien encabezaba a la familia de traficantes dominante en Ciudad Gótica, a la cual se irán uniendo las de otros crimínales, algunas de ellas a causa de su propia mano y en secuencias que no temen a lo explícito.
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Todo mientras se da el regreso de alguien con el derecho a reclamar su lugar entre los altos líderes, una chica salida directamente del Asilo Arkham, cuya mente atormentada y estado emocional alterado por la sed de venganza, aunado a el menosprecio del entorno misógino con el que se encuentra, le volverán aún más peligrosa.
Es ella, interpretada por una enigmática Cristin Milioti —serie “Made for Love” (2021)— quien sí que sabe materializar con crueldad y cierta ternura el borde de la locura, la que habrá de funcionar como el impredecible percutor del arma que, tras estirar y retorcer las complicadas relaciones entre los bandos, nuestro protagonista hará detonar para que se abra el fuego marcando el inicio de una guerra entre gánster, de la que irá sacando provecho.
Todo ante la atenta mirada de un joven al que encuentra en una situación que hace clara referencia y homenaje a la forma en que en el mundo de las viñetas Batman conoce al chico que luego se convertiría en el segundo Robin —Jason Todd—, cuyos impulsos y razones por las que permanece a su lado es cierto que son lo más endeble de las primeras entregas de la serie, pero que al convertirse en receptáculo de sus corruptas enseñanzas, también sirve como herramienta para introducir escenas que de a poco, con contrapicadas y contraluces que siluetean siniestramente las figuras, bosquejan la imagen y temible presencia del ingenioso y manipulador asesino y líder mafioso en qué se convertirá Oswald Cobblepot también conocido como “Pingüino”.
“El Pingüino”, conformada por ocho episodios que irán estrenándose uno por semana en la plataforma de MAX, sin abandonar del todo el estilo de la película que le precede contrastando los encuadres que encapsulaban los rostros, con las visiones urbanas amplias y mucho más iluminadas por las que apuesta, aunado al minucioso transitar de la historia, vaya que encuentra su propia identidad, y hasta podría marcar el inicio de una antología dedicada a cada uno de los integrantes de la galería de villanos más grande, popular y llamativa de las franquicias de superhéroes, vigilantes y similares, tal y como ya se hizo en la línea de comics titulada “Batman One Bad Day”, la que por cierto es publicada actualmente en México por editorial Panini.