Durante la vigésima edición del Festival Internacional de Cine de Monterrey, una de las películas mexicanas que pudieron verse dentro de la competencia oficial fue El Mirador, la cual combina elementos narrativos de cine documental y comedia para contar la historia de Annya y Guillermo, una conductora de Uber y un empleado de un Call Center con aspiraciones actorales quienes deben enfrentarse a las complicaciones de madurar y ser adultos. Al mismo tiempo, esta cinta de ficción muestra algunas de las diversas caras de Tijuana, donde la trama se desarrolla y convirtiéndola en un personaje más.
“Yo creo que la historia es una especie de retrato de una Tijuana que viven cotidianamente los personajes protagonistas, alejada del estereotipo fronterizo que se suele retratar relacionado con migración, violencia o trata de personas, mostrando a un director de cine que llega a retratar precisamente toda esta parte más sensacionalista sobre la ciudad. Entonces la historia hace un contraste entre estos chicos que viven su día a día en la ciudad y esta otra Tijuana que quiere retratar el director que castea a estos chicos para su película”, explicó el realizador Diego Hernández en entrevista para La Razón.
La historia de El Mirador nació a partir del descontento de su director con cierto tipo de producciones que llegan a Tijuana para retratar solamente su lado oscuro, tal como pasa con el personaje que en esta película llega con la intención de filmar justamente esa parte negativa. “Esa parte de Tijuana existe, sin embargo hay otra dimensión de la ciudad que usualmente no se suele retratar porque es la Tijuana de quienes vivimos ahí”, aclaró.
El director decidió que los personajes encargados de contar su historia fueran un par de actores algo desafortunados en la forma de llevar sus carreras y esto directamente “tiene que ver con un retrato de lo que veo en la ciudad, en Tijuana, porque ahí está difícil dedicarte a cuestiones artísticas y también existe un panorama económico muy agresivo, la renta es muy cara por ejemplo, entonces la mayoría de las personas de mi generación (tiene 27 años de edad) e incluso yo no vivimos del cine o de hacer arte porque tenemos que hacer más cosas para salir adelante”, afirmó.
“Creo que la mayoría de la gente que vivimos en provincia nos preguntamos mucho si deberíamos irnos de ahí, pero en mi caso me interesa profundamente seguir hablando sobre mi ciudad porque es de lo que quiero hablar, mi compromiso como cineasta está en contar historias sobre ese espacio que es profundamente especial para mí que es mi ciudad”, finalizó.