Lo primero que hay que destacar en La Raya, producción mexicana recién presentada dentro de la sección en competencia de la edición 22 del Festival Internacional de Cine de Morelia, es el como la directora, productora y guionista Yolanda Cruz -Hope, Soledad (2021)- logra conjugar a la perfección el desempeño de actores naturales, con la oficiosa labor de una actriz de talento probado como Mónica del Carmen -Año Bisiesto (2010), Una Película de Policías (2021)- y el también ya experimentado José Salof -La costa de los mosquitos (2021), Inefable (2022)-, para encontrar a través de la sencillez de acciones cotidianas la profundidad de los sentimientos dentro de un drama con tintes comedia que, sin renunciar a las implicaciones del fenómeno de la migración y los estragos que esto provoca en las familias que hombres y mujeres dejan atrás al ir a buscar en los Estados Unidos los recursos para darles y darse ellos mismos una vida mejor, se viste de frescura gracias al trazo ligero de una cámara de carácter lúdico sumamente disfrutable.
En esta historia sobre la inesperada aparición de un refrigerador que una niña y su mejor amigo -interpretados con un innegable carisma por interpretan cómo caído del cielo, no hay mayores explicaciones del por que, cuál si se tratara de un puente casi místico a la introspección, dicho artefacto se convierte en el receptáculo de los asuntos pendientes que tienen los habitantes de la comunidad oaxaqueña en que se desarrolla; ni las necesita.
Lo importante es la exposición de las disyuntivas que provocan los cambios en cada uno de ellos, que si bien en algunas casos las líneas arguméntales se quedan un tanto cortas, las resoluciones a las que llegan los protagonistas sorprenden alejándose de los lugares comunes.
Así pues, tal vez un poco más de complejidad no le hubiera caído mal, pero se agradece el enfoque al tema que evita ser del todo costumbrista y mucho menos caer en tremendismos.
La Raya es una película inteligente y genuina en su concepto que se refuerza al estar hablada en gran parte en chatino -lengua originaria de algunos pueblos de la sierra en Oaxaca- , con el encanto infantil de la aventura, la espiritualidad como aderezo y el mezcal sirviendo de medicina para todo mal. De ese cine mexicano que seguro se convertirá en una pequeña y agradable sorpresa en la cartelera.
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