Mucho se habló de las escenas de combate que prometía “Gladiador 2”, y en ese sentido hay muy poco que reclamarle. Pese a los absurdos que alcanza con la recreación de las naumaquias en el Coliseo, implicando ciertos animales marinos, cuando en realidad lo que se llegó a utilizar fueron cocodrilos, o la ejecución de la resolución en la pelea con algunos monos salvajes que evidencia el uso del CGI, éstas resultan impresionantes.
Sin embargo, eso no basta para considerarla una digna continuadora, ni mucho menos ponerla a la altura de su predecesora, porque si algo está claro, es que aquella producción ganadora del Oscar a Mejor Película en el año 2000 era mucho más que un mero espectáculo, pues destacó por su profundidad emocional alimentando la épica del drama para la construcción de un héroe trágico que alcanzaba la universalidad en medio de un entorno que se debatía entre las pretensiones políticas de una civilización brutalmente militarizada. Algo que incluso su director Ridley Scott —“Alien” (1979), “Blade Runner” (1982)—, quien aquí vuelve a ponerse detrás de las cámaras, también parece haber olvidado.
Y es que si bien se agradece que retome frases emblemáticas como “lo que hacemos en vida, resuena en la eternidad”, junto con otros momentos evocadores, o que se le dé continuidad a los personajes contando de nueva cuenta con la participación de Connie Nielsen —“Demonlover” (2002)— y Derek Jacobi —“A Bird Flew In” (2021)—, interpretando a Lucila y el senador Draco, respectivamente, dentro de una historia que sigue los pasos del pequeño Lucio ya convertido en un adulto, quien habrá de ser llevado a la arena de los gladiadores luego de haber sido alejado de Roma para protegerlo tras la muerte de su tío Cómodo y del legendario general Máximo. La trama está llena de huecos y el desarrollo es descuidado, como cuando de la nada le dan el rol de líder por el simple hecho de ser el protagonista.
Otro aspecto es que la confirmación sobre quién fue su padre no le causa ningún impacto o mínimo conflicto, ya no digamos la inexistente transición que le lleva del estado de ira y resentimiento, sino a reconciliarse con su pasado y ser, en parte, el detonador de una sublevación que es delineada por puros fines de fórmula.
Por si fuera poco, los antagonistas, cuya presencia casi esperpéntica desde un inicio es bastante atractiva y hasta interesante, carecen del sustento que les hubiera dado trabajar la naturaleza de su estatus de poder y los vínculos con el resto de los personajes de la Corte.
Lo que los lleva a hundirse en el cliché. Mientras que el principal villano empuja un truculento plan cuyas motivaciones apenas se bosquejan, por lo cual la revelación de las mismas no le importa a nadie, restándole peso a la confrontación final en un escenario que es tan multitudinario como anticlimático.
Así entonces, la película “Gladiador 2” es traída de regreso a la arena con una secuela que le hace víctima de su propia ficción convirtiéndola en un mero espectáculo, entretenido sin duda, pero eso es todo. Ya se encuentra en la cartelera mexicana.