El escritor colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014) solía decir que Macondo, el pueblo ficticio de Cien años de soledad, “más que un lugar del mundo, es un estado de ánimo”, por eso siempre se negó a ceder los derechos para adaptar al cine la considera obra maestra de la literatura hispanoamericana y universal. Por décadas, directores como Francesco Rosi y Anthony Quinn acariciaron el sueño de llevar la historia de los Buendía al séptimo arte, pero el también periodista consideraba que retratarla era imposible, incluso en una ocasión Woody Allen dijo: “Sería difícil convertirla en una película y conseguir que tenga el mismo impacto”.
El autor de La hojarasca prefería que el mundo que había creado en Cien años de soledad permaneciera en la imaginación de los lectores. Que José Arcadio Buendía, Úrsula Iguarán o Aureliano Buendía siguieran en el imaginario de cada persona, así como Macondo. Y aunque en el 87, García Márquez comenzó a ser más flexible y a aceptar que tal vez podría ser una serie televisiva, nunca cedió los derechos.
Tuvieron que pasar más de 50 años para que un proyecto hiciera lo que parecía imposible, adaptar Cien años de soledad en una serie de dos temporadas, cada una de ocho capítulos, considerada uno de los proyectos audiovisuales más ambiciosos de Latinoamérica.
De la mano de los directores Alex García López y Laura Mora, así como el apoyo de la familia del Nobel de Literatura (Rodrigo y Gonzalo García Barcha), Netflix ha llevado la novela a la pantalla chica.
“La adaptación de este clásico de la literatura parecía casi tan imposible como el sueño del mismo José Arcadio Buendía y materializarlo tenía que ser reuniendo el extraordinario trabajo de expertos latinoamericanos”, comentó recientemente Francisco Ramos, vicepresidente de contenido de Netflix para Latinoamérica sobre la serie que se estrena hoy.
Uno de los primeros retos fue recrear Macondo y para ello fue necesario construir el pueblo ficticio en Alvarado, Tolima, Colombia. De acuerdo con el diario El Tiempo, el espacio equivale a 70 canchas de futbol, pues tenían que representar a esa “aldea de 20 casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas”, como se narra en la novela, pero también las transformaciones que tiene el lugar conforme avanza la historia.
También se recreó la casa de la familia Buendía, la cual tardó tres meses en ser construida. Además, se edificó el taller de orfebrería del coronel Aureliano y el cuarto de Melquíades. Mientras que artesanos colombianos elaboraron ollas, macetas, tapetes, hamacas y canoas, entre otros artículos; y se usaron 16 mil plantas del Caribe colombiano para los jardines.
Otro desafío fue cómo llevar al lenguaje audiovisual la narrativa de la novela y cómo preservar el espíritu del realismo mágico.
“Ha sido un honor y un enorme reto trabajar en un proyecto de la complejidad y responsabilidad de Cien años de soledad, intentando siempre entender la diferencia entre el lenguaje literario y el audiovisual, poder construir imágenes que contengan algo de la belleza, la poesía y la profundidad de una obra que ha impactado al mundo entero”, ha comentado la directora Laura Mora.
Y es que la complejidad de la obra también radica en que se conjugan elementos de la realidad y la fantasía, se retrata a siete generaciones de una familia, se presentan diversos eventos históricos y políticos, además de tener una narrativa excepcional. Hoy que la serie llega será posible ver si el cometido se ha logrado.