Es inevitable la seducción que de inicio provoca Cónclave, de Edward Berger —Sin novedad en el frente (2022)—, con una cámara que recorre los pasillos colgada en las espaldas del protagonista, mientras camina por las entrañas del Vaticano, girando luego alrededor del mismo para mostrar los engranes humanos que se ponen en marcha para elegir a un nuevo Papa o siguiendo su mirada al posarse en los símbolos religiosos en techos y paredes que cobran otro significado ante lo abrumador de las disyuntivas que detona el proceso, haciendo así del desarrollo de la tensión, una aguda herramienta que lleva lo que de inicio es un thriller político, con las respectivas intrigas y juegos de poder, a una convertirse en una progresista introspección sobre el catolicismo.
Si algo nos deja en claro con su exposición cargada de frases como, “hemos tenido peores”, en referencia a la inminente llegada del nuevo Papa, es que el gran problema no está en creer o no, sino en los sistemas e instituciones construidos en el nombre de Dios y que, sin excepción, están carcomidos por los defectos del hombre que no hace sino regodearse en sus vicios, enarbolando interpretaciones a conveniencia de los textos sagrados.
Y aunque en este caso el mensaje final sobre la aceptación de sí mismos va en contra de una de las tendencias sociales actualmente en favor de los cambios físicos; por otro lado, se convierte en una especie de conservadora, pero propositiva declaración acerca de la posibilidad de que pudiera impulsarse la equidad de género al interior de la propia Iglesia, aún sustentada en un sistema patriarcal y misógino, manteniéndose congruente con los acotados caminos que podría permitirse.
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El elenco integrado por figuras de la talla de Ralph Fiennes —El menú (2022)—, Stanley Tucci —El diablo viste a la moda (2006)— e Isabella Rossellini —Terciopelo azul (1986), La quimera (2023)— resulta insuperable a la hora de evolucionar e interactuar sin caer en obviedades, de acuerdo a cada nuevo e inesperado giro de la trama, la cual, entre impactos emocionales que los mantienen en vilo, los lleva a ganar o perder preponderancia dentro de la trama como si se tratara de un juego de ajedrez.
Cónclave es ya de por sí una película poderosa gracias a sus planteamientos y postulados que apuntan a posturas claras, y aunque no hay demasiados riesgos en su estilizada y lúcida manufactura, el que ésta se subyugue por completo a los caminos trazados por el guion adaptado de la novela original de Robert Harris, aunado al oficio enfocado de su elenco, la vuelven apasionante y envolvente de principio a fin. Se pudo ver en la pasada edición del Festival Internacional de Cine de Morelia y por fin llega a la cartelera comercial.