Es embriagadora la soltura con la que entre los juegos de luces que maliciosas materializan el sopor de los antros en las calles de Brooklyn, y el erotismo festivo que le sigue en visiones a limpios interiores de residencias de lujo apuntando el artificio que se suele vender sobre las historias de amor, Anora retoma los lineamientos de las clásicas screwball comedy representadas por títulos como La comedia de la vida (1934) o Bringing Up Baby (1938), con la diferencia de que la sátira que estas hacían a la comedia romántica trastocando los roles entre hombres y mujeres, aquí eventualmente se viste de humor desangelado para finalmente pisar los territorios del drama con el clasismo erigiéndose impune, tan indestructible como irredimible.
Aquí, la debacle emocional que deviene tras la improbable y, de inicio, ideal relación entre una joven trabajadora sexual y un niño rico, se va materializando tan lúcida como desoladora hasta alcanzar su punto más álgido en un tercer acto que con la frialdad de las atmósferas como reflejo social, culmina con la protagonista recurriendo al único lenguaje que le han permitido usar para desfogar su agobiante soledad.
La irresistible naturalidad plagada de matices y enfocada en intensas transiciones que despliega la actriz norteamericana Mikey Madison -La mujer en el lago (2024)-, es más que suficiente para engancharse de forma irremediable con el trayecto de su personaje. Sin duda una de las injustamente ignoradas en la actual temporada de premios. Por su parte el otrora director de Tangerine: Chicas fabulosas (2015) y Red Rocket (2021), confirma su capacidad haciendo de la ironía una efectiva y agridulce herramienta para recorrer los géneros e ir refrescando conceptos, sin que le resulte ajeno o incómodo el formato más digerible.
Aunque por momentos anuncia demasiado su objetivo, algo a lo que no le ayuda el que el punto de partida resulte demasiado familiar, Anora de Sean Baker es la brutal resaca fílmica después del cuento de hadas romántico aspiracional alimentado por las fórmulas hollywoodenses, que usando con agudeza sus propios lineamientos les pone evidencia. Una propuesta sumamente congruente y conveniente con nuestros tiempos, la justa ganadora del máximo premio en el festival de Cannes.