Esa candidez impulsada por el genuino afán de hacer lo correcto y pensar lo mejor de las otras personas, la cual detonaba situaciones humorísticas provocando pequeños grandes cambios en la convivencia a su alrededor, y que tan bien funcionaba en sus dos aventuras previas que adquirían así identidad más allá de la cuestión visual; aquí al sacar de los suburbios londinenses al pequeño oso para llevarlo a la selva amazónica y las montañas del Perú en la búsqueda de su querida tía, se pierde casi por completo.
Para compensarlo el director Dougal Wilson -Bat for Lashes: What’s a Girl to Do? (2007)- se concentra en desarrollar un mensaje sobre la ambición que, aunque no deja de ser importante por si mismo, tiene un enfoque simplista cuyas repercusiones en la familia que ha acogido al protagonista y lo acompaña durante la travesía que nos narra Paddington: aventura en la selva, son más una serie de lugares comunes que le restan toda la frescura al concepto.
Es solo el encanto propio del personaje surgido en la literatura allá por 1958, aunado a la sátira ligera y calculada con algunos apuntes musicales que aporta la siempre talentosa Olivia Colman -La favorita (2018), El padre (2020)-, quien además elabora desparpajadas referencias a clásicos cinematográficos sobre religiosas, lo mismo que Antonio Banderas -Dolor y gloria (2019), Competencia oficial (2021)- en un papel autoparódico y que, a pesar de que se vuelve repetitivo, en principio da pie a chistes bastante graciosos; es lo que apenas y salva de la quema esta tercera entrega convertida en una comedia infantil algo genérica, apenas simpática y entretenida, que como plus tiene el revelar algunos detalles del pasado del pequeño Paddington. Eso sí, el trabajo con el CGI sigue siendo impecable y aprovechan el viaje a Sudamérica para entregar deslumbrantes panorámicas de colorida belleza, por cierto también vale la pena la espera por la escena postcréditos con un guiño a los niveles de humor que alcanzó en su momento la franquicia.