“Le suplico al Auditorio que me ayude a jugar esta partida. Mueran los callejones sin salida, que el verso y la canción sean un jolgorio… Que el desamparo no venga con prisas, que nos sorprenda cantando la aurora; al fin y al cabo, tantas emociones compartidas merecen unas sonrisas. Para eso se inventaron las canciones”, fue la petición del cantante y compositor Joaquín Sabina en una noche entre amigos llena de celebración y nostalgia.
El intérprete eligió a su querido México para iniciar la gira Hola y adiós, con la que se despide de manera definitiva de los escenarios y que la noche tuvo su primer espectáculo en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México.
El concierto empezó con ese aire de despedida, de saber que dice adiós con dignidad, por eso la antesala fue la proyección del video “Un último vals”, en el que reúne a amigos como Joan Manuel Serrat, Leiva, Luis García Montero, Andrés Calamaro, Jorge Drexler y otros.
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Joaquín Sabina hizo una aparición triunfante: se quitó el sombrero blanco y saludó a sus fans antes de sentarse y tomar la guitarra para cantar “Donde habita el olvido”, que destacó por los sonidos del saxofón y el remate de la batería.
El cantante dio las palabras de bienvenida muy a su estilo, con una especie de soneto en el que expresó: “Aquí organizando el repertorio para la última gira de mi vida, temiendo que con olor de despedida tenga un mustio sabor a velatorio, por eso le suplico al Auditorio que me ayude a jugar esta partida... ¡Buenas noches, México!”, comentó.
Después de esa cálida y agridulce bienvenida sonó “Lágrimas de mármol”, con la que llegó como nunca la frase: “Superviviente maldita sea, nunca me cansaré de celebrarlo”. Se veía a un sonriente Sabina, quien parecía dispuesto a disfrutar de esta noche como si estuviera en un bar de la esquina con sus amigos.
“Este lugar no es un sitio cualquiera para nosotros. Mi primera gira comenzó aquí y nunca me arrepentí de estar aquí hasta ésta que es la última”, dijo ante un contundente “no” de sus fans. Y continuó: “Por ese motivo hay un poquito de nervios, pero también de emoción”, afirmó y la gente se rindió ante quien ha regalado más que música, poemas hechos canciones.
Después vinieron “Lo niego todo”, “Mentiras piadosas” y “Ahora”, en ésta última, Joaquín Sabina ofreció una desgarradora interpretación. Al final, lo disfrutó tanto que bailó sentado.
Hubo varios homenajes a México, como cuando cantó “Calle melancolía”, que dedicó a los escritores Ángeles Mastretta y Héctor Aguilar Camín, y resaltó por la característica voz ronca del español aderezada con el sonido de la flauta; también con “Por el boulevard de los sueños rotos”, en la que menciona a su gran amiga Chavela Vargas, quien lo acompañó en varias noches de juerga en el Tenampa; y “Quién me ha robado el mes de abril”, que entonó para aquellas personas desconocidas que adornaron una trajinera en Xochimilco con una de sus canciones, pues apenas recibió un video donde vio ese humilde, pero entrañable tributo.
No faltó el tema “19 días y 500 noches”, cuya letra da nombre a la gira y que emocionó con esos ritmos flamencos y esos “hola y adiós” que corearon sus fans emocionados.
Como se trataba de un concierto para recordar, Joaquín Sabina compartió que se esforzó por interpretar algunas canciones que pocas veces suenan en sus giras, como “Más de cien mentiras”, que hizo corear a todo el Auditorio Nacional.
Tampoco faltó la presencia de su banda y familia integrada por Jaime Asúa (exguitarrista de Alarma), Pedro Barceló (batería), el multiinstrumentista Josemi Pérez Sagaste, la andaluza Marita Barros, otro multiinstrumentista (piano, guitarras) Antonio García de Diego, la sangre fresca y nueva de Borja Montenegro (guitarra) y la bajista Laura Gómez Parra.
La noche iba acabando, pero el ánimo crecía con la versión acústica al inicio de “Medias negras”, que deleitó con esos arreglos con timbales, guitarras acústicas y flauta; “Una canción para la Magdalena”, en la que lo acompañó Marita Barros y que cerró con el contundente grito del público: “¡Las malas compañías son las mejores!”, y más si se trata de Sabina.
Por supuesto, no podía faltar la entrañable “Y sin embargo”, con la introductoria copla de Rafael de León y en la cual Marita Barros enchinó la piel con su inigualable y potente voz. El público gritó y aún más cuando vinieron esas canciones con sabor a México: “Noches de boda”, además de “Y nos dieron las 10”.
Con “Tan joven y tan viejo”, el público se paró y aplaudió para ovacionarlo. Sabina miraba emocionado, pero con un aire de nostalgia al saber que justo al final de los finales ya no le quedan puntos suspensivos, pues “Contigo” y “Princesa” fueron las canciones elegidas para decir adiós “sintiéndolo mucho”.