Adiós a Jean-Luc Godard, un visionario que
revolucionó el cine

El cineasta franco-suizo Jean-Luc Godard, reconocido por ser el máximo exponente de la Nueva ola francesa, vanguardia fílmica que revolucionó el cine a finales de los años 50, partió ayer de este mundo dejando un legado incomparable. Fue un visionario que marcó para siempre la historia del séptimo arte, pues, además de ser provocador y atrevido a la hora de montar su puesta en cámara, su obra es, hasta hoy, una de las más influyentes en las generaciones que lo precedieron, por lo que es considerado el maestro de maestros.

Patrick Jeanneret, asesor legal de Godard, dio a conocer ayer que el director falleció a la edad de 91 años tras recurrir a la asistencia legal para una partida voluntaria, pues, de acuerdo con informes médicos, estaba afectado por múltiples enfermedades incapacitantes. Asimismo, la cineasta y esposa del realizador, Anne-Marie Miéville, apuntó que murió en su casa, en Rolle, Suiza, rodeado de sus más cercanos.

Gerardo Gil Ballesteros, crítico de cine, dijo a La Razón que Godard fue un cineasta innovador que debe ser recordado como alguien transgresor: “Era un adolescente en su novena década. Un tipo provocador, como todo buen artista debe de serlo. El tiempo no lo alcanzó”.

Godard nació en París, el 3 de diciembre de 1930. Creció en la comuna de Rolle hasta la adolescencia, cuando volvió a su país natal para estudiar etnología en La Sorbona. Fue de vuelta en París donde descubrió su amor por el séptimo arte, acudía a funciones de la Cineteca Francesa y frecuentaba algunos cineclubes. En 1951 comenzó a trabajar en Cahiers Du Cinema, revista de cine fundada por Andrei Bazan de la que surgieron jóvenes cineastas que cambiarían la manera de narrar historias para siempre.

Aquel puñado de jóvenes estaba interesado en ver películas con narrativas fluidas y puestas de cámara alucinantes, aptas para todo tipo de público. Fue entonces que se aventuraron a incursionar en el mundo cinematográfico como realizadores dando origen a la Nueva ola francesa.

De esta vanguardia surgieron grandes cineastas como François Truffaut, Jacques Rivette, Claude Chabrol y Raoul Coutard, entre otros; pero Jean-Luc Godard se convirtió en sinónimo de este movimiento, pues se aventuró a romper las convenciones narrativas de la época y tomó un papel transgresor tanto en la pantalla como en su vida diaria: “Fue un personaje que intentó cambiar el cine y lo logró; fue siempre un provocador político, un provocador cinematográfico y un provocador filosófico”, dijo el crítico de cine Rafael Aviña en entrevista para La Razón.

Asimismo, para Gerardo Gil Ballesteros, el director fue un revolucionario que marcó una pauta en la historia del cine: “Representa la revolución y el arte insumiso. Es uno de los directores que son, tal vez no un antes y un después, pero sí un recordatorio de lo que puede ser el arte fílmico en medio de una industria adocenada por la convención y que se preocupa siempre por generar contenidos que se parezcan unos a otros”. El cineasta, desde su ópera prima, Sin aliento, se aventuró a transgredir con las normas pautadas hasta entonces, como no respetar el corte sobre el corte y el uso excesivo de la cámara en mano para aprovechar la actuación de los actores.

“Hay un antes y un después de Sin aliento; es una película misteriosa por completo. Me acuerdo cuando la vi; sentí que algo se rompió en mi interior, que me emocionó muchísimo”, destacó Rafael Aviña.

Para esta cinta trabajó con un guion de Truffaut, quien al ver el resultado de la obra dijo: “Hay un cine antes de Godard y otro después de Godard”. Fue galardonada con el premio Osa de Plata a Mejor Dirección en el Festival Internacional de Cine de Berlín y es considerada una película que cambió la manera de ver y entender el cine.

Godard continuó con ese estilo visual por mucho tiempo, en el que retrataba la intimidad de la clase media baja parisina con tonos tenues y planos secuencia: “Sus historias son simples, son de amor llevadas al límite, pero esa manera de narrar una historia tradicional, romántica, de las crisis de pareja, sobre la demencia del amor, de los personajes sumidos en caos, en sexualidad, en sus sentimientos de culpa, de frustración sexual o de frustración amorosa, reinventan algo que no está en las historias tradicionales”, concluyó Rafael Aviña.