La imaginería del legendario J.R.R.Tolkien que en sus textos va de lo sublime a lo escalofriante delineando un cautivador universo habitado por caballeros, magos, orcos, dragones y otras criaturas extraordinarias, materializada con elegancia por Peter Jackson en “El señor de los anillos", la que sin duda es la saga más grande e influyente dentro del cine de fantasía, encuentra la debida correspondencia con “Los anillos de poder”, serie precuela que se convierte en un estimulante regreso a la Tierra Media.
Con la narrativa sostenida sobre tres líneas arguméntales principales ubicadas en la Segunda Edad —posterior a la derrota de Morgoth y previo al enfrentamiento con Sauron— que equilibran con naturalidad elementos de misterio, aventura y terror, siguiendo los pasos de una elfo —Galadriel, interpretada por Morfydd Clark— rumbo al momento de la epifanía que le enfrenta con su casta y la naturaleza misma hasta convertirle en la gran protagonista, así como la llegada de un ser casi divino que impacta la vida de un par de suspicaces Hobbits, y la lucha por la sobrevivencia de los hombres; el deslumbrante espectáculo que propone y seduce, se subyuga ante el estilo de descripción histórica de la obra que le da origen.
De tal modo permite que la melancolía y la belleza de los distintos pasajes en los que se establecen con claridad los escenarios y las motivaciones, vayan siempre acompañadas de la inquietud e incertidumbre estirando la tensión con parsimonia, como un acertado preludio de las batallas donde se forjan las grandes hazañas.
Es así que, en estos dos primeros episodios de “Los Anillos de Poder”, además de responder a las expectativas como extensión de una de las sagas más queridas por el gran público, rinden tributo a la épica tradicional, esa donde los personajes aceptan los retos que se presentan como imposibles, para convertirse en héroes.
Todo mientras en el camino los encuentros entre los miembros de las distintas razas que a veces aligeran el dramatismo del tono con toques de ironía y comedia, como aquel que se da entre elfos y enanos aludiendo a la diferencia en la trascendencia del paso del tiempo; mantienen los rasgos de melancólica universalidad y profundidad de los temas plateados en papel por “The Lord Of the Rings”.
En cuanto a la variedad en el color de piel de los actores, señalada en las redes como un cambio “innecesario” o “forzado”, términos que más bien se han vuelto un lugar común; nunca se convierte en un elemento transgresor significativo dentro del sentido dramático de la historia o el espíritu del concepto.
Por el contrario, va en favor de mantener el afán implícito en la obra de Tolkien como reflejo de la forma en que se interpretaba la realidad y que ahora corresponde a la nuestra. Claro, lo escrito aquí es con base a los primeros dos episodios recién estrenados en Amazon Prime Video —luego llegará uno por semana—.
Habrá que ver qué tanto logran potenciar la propuesta con el consecuente desarrollo, pero por lo pronto se trata de un más que alentador inicio.
