El famoso personaje creado por el escritor Paco Ignacio Taibo II, Héctor Belascoarán, salta de los libros a la pantalla chica. La desfachatez y la estilización con ímpetu de historieta —que recuerda a El Pantera, de Daniel Muñoz M; Dick y Sam, de Alberto Hinojosa, o incluso El Tranzas, de Ángel Morales y Héctor Macedo—, elaborando viñetas con los códigos que definieron la cultura popular del México análogo de los años 70, es lo que le permite a la serie de Netflix, Belascoarán, crearse un universo propio sin llevar la adaptación a la literalidad.
Desde su primera entrega, donde vemos cómo Belascoarán, interpretado por Luis Gerardo Méndez, enfrenta su primer caso, relacionado con mujeres estranguladas, las incisivas e ingeniosas descripciones plasmadas en papel por el mismo Paco Ignacio Taibo II, son materializadas a través de agregados animados que obedecen a la estética de notas de cuaderno, carteles y viejos medios impresos, titulares de periódicos y revistas, sobre secuencias dinámicas en su transitar, luciendo una cuidadosa producción de colorido espíritu urbano.
Todo lo anterior, aderezado por una banda sonora cuyos temas por sí solos ya ofrecen modelos sociales, con una constante presencia de la televisión a través de aparatos de bulbos en todos los tamaños, ya sea en aparadores, casas, oficinas o negocios; enfatizando así la forma en que ésta marcaba el paso de la cotidianidad. Un elemento que además encuentra enganches claros con el sentido dramático, como en el caso del programa de concurso usado como base de la estructura y para alimentar la expectativa.
Si bien en este proceso de traslado a la plástica de un escenario que busca conectar con nuevas generaciones se pierde el cinismo y desencanto de la obra original, lo que sí prevalece es el grado de autoparodia hacia nuestra idiosincrasia a través del lenguaje coloquial y los arquetipos, dentro de un producto cuyo objetivo es entretener.
Por otro lado, ese sentimiento de insatisfacción que empuja al protagonista, a dar un cambio radical en su vida a partir de un irónico detonador, se explica con rapidez y vitalidad videoclipera, para dar paso a una versión sin la testosterona de héroe de acción a la que aludían aquellas interpretaciones de Pedro Armendáriz Jr., o Sergio Goyri — Días de Combate (1982 y 1994, respectivamente)—, que resulta más acorde a los estándares que exige la época actual. En cuanto a Paulina Gaitán, con su acostumbrada convicción, cumple equilibrando su personaje a mitad del camino entre la compañera de aventuras y la femme fatal otorgándole cierto grado de humanidad. Mismo caso al de Silverio Palacios, quien se desenvuelve en los terrenos del humor contenido, para hacer efectiva su labor de contraste y encontrar uno de sus personajes más simpáticos.
Belascoarán, que se estrena mañana, resulta una disfrutable y prometedora revitalización para la pantalla del concepto neopoliciaco mexicano, y es todo lo que hubieran querido ser series como El Pantera.
- Días de combate
- Cosa Fácil
- Algunas Nubes
- No habrá final feliz
- Regreso a la misma ciudad y bajo la lluvia
- Amorosos fantasmas
- Sueños de frontera
- Desvanecidos difuntos
- Adiós Madrid
- Muertos incómodos