Cine

Black Adam, un villano convertido en héroe

El protagonista tiene el potencial para conjugar la ironía con el drama; sin embargo, queda sepultado todo tipo de complejidad

Dwayne Johnson, The Rock, en un fotograma de la película Black Adam.
Dwayne Johnson, The Rock, en un fotograma de la película Black Adam. Foto: Especial

No es que no hubiera oportunidad para hacerlo, de hecho, la base sobre la que se desarrolla la película, aunque tibiamente, alude a la ambigüedad de un ser con habilidades extraordinarias que debuta en los cómics allá por 1945 como un supervillano, y que de menos aquí como protagonista podría haberse convertido en un antihéroe.

Incluso en el desenlace elaboran una imagen con todo el potencial para conjugar la ironía entre el drama que acompaña su origen como esclavo y su falta de escrúpulos a la hora de juzgar y castigar, ante su recién descubierto aprecio por la vida del inocente, o al menos la de algunos. Sin embargo, la renuncia a ello es contundente, el afán de convertirle en un superhéroe estándar sepulta cualquier tipo de complejidad que pudiera matizar su figura como “protector”.

Es cierto que sus métodos son cuestionables, ya que este poseedor de la resistencia de Shu, la velocidad de Horus, la fuerza de Amon y demás, no tiene reticencias a la hora de matar, pero no hay problema, por que convenientemente sólo es a los “malos” a quienes hace caer, y si algo le sucede a alguien más, en realidad es por accidente, así que según los códigos que nos exponen eso lo deja exento. Y bueno que decir del reclamo que le hace la coprotagonista a los “salvadores” extranjeros recién llegados, el cual lanza un dardo crítico a la política intervencionista estadounidense, es un buen apunte, pero obviamente se queda solo en lo anecdótico.

Pero eso no es lo único que hace de esta propuesta dirigida por el también responsable de ese producto de cine tipo comida rápida llamado Jungle Cruise (2021), algo sumamente convencional, sino el simplismo en el uso de los ingredientes. Dígase por ejemplo el enfrentamiento de Black Adam con Hawkman y compañía, que eventualmente dará pie a que terminen uniéndose contra una amenaza mayor encarnada por un villano estereotípico, o la acostumbrada sublevación como telón de fondo cuando la aventura se desarrolla en un “lejano país”, cuyo detonador llega solo por que lo dice el manual, y donde los ciudadanos enfrentan un ejército sobrenatural cuya presencia y ejecución no sólo no es amenazadora sino que raya en el ridículo.

Aún así, la presentación e introducción en el Universo Extendido de DC, del que en el mundo las viñetas es el enemigo por antonomasia de Shazam, por sí misma es consistente. El personaje y sus motivaciones, así como el proceso que le lleva a encontrar su lugar dentro del molde es claro, además de que el innegable carisma de Dwayne The Rock Johnson le viene de maravilla, y la química que establece cómo rival con la Justice Society le da alma a la espectacularidad de las batallas que vaya que se disfrutan. Los códigos establecidos por las películas de superhéroes ya ni siquiera es necesario explicarlos, los aplican y hacen efectivos. La escena post créditos no es más que la confirmación de algo que ya sabíamos, pero eso no la hará menos emotiva para los fans. Así entonces, estamos ante un vehículo de entretenimiento poco sobresaliente y sin sorpresas, pero funcional y divertido.