Llega a la cartelera mexicana

Carmen une la danza y el cine para hablar de la migración

Es un atrevimiento que disfrutarán los amantes de las artes escénicas; el largometraje traslada la historia con un seductor descaro a la frontera entre México y Estados Unidos

Los protagonistas, en un cartel del largometraje.
Los protagonistas, en un cartel del largometraje. Foto: Especial

La comunión casi ritual de la danza y el lenguaje cinematográfico, que desde un principio establece el exbailarín y director Benjamin Millepied, a través de una escena con el ímpetu estilizado del flamenco que es transgredido por la brutalidad criminal con el desierto interminable y enigmático como fondo, es lo que le permite en la película Carmen sustentar un universo entre lo mundano y lo onírico, donde conviven rasgos multiculturales y los diálogos van y vienen entre el uso del idioma inglés y el español dentro de una muy libre adaptación de la ópera de Bizet, que a su vez se basa en la novela corta del mismo nombre. En esta ocasión, el filme traslada la historia con un seductor descaro a la frontera entre México y EU.

En este relato se muestra el encuentro entre dos personajes pertenecientes a circunstancias muy distintas: ella, una indocumentada; él un exmilitar, quien es una fiel representación de las fracturas emocionales y mentales que deja la guerra. Su posterior huida con su consecuente enamoramiento, a la par de una historia romántica, se convierte en una búsqueda por encontrarse a sí mismos y exorcizar sus demonios. La ansiedad provocada por el odio hacia el migrante le otorga la vitalidad e impulsa las coreografías.

Resulta irresistible el ímpetu de la cámara con el pulso exacto para salir al encuentro de la corporalidad sin debilitar la atmósfera embriagadora, con bailes vibrantes que se pierden entre la bruma de lo místico arrabalero, y por momentos bajan el ritmo para materializar las creencias de los personajes en cautivadoras visiones de espectros, veladoras titilantes, imágenes religiosas, maquillaje y vestuarios de plumas y lentejuelas.

Por desgracia, no todo es miel sobre hojuelas y en el afán de pisar el terreno de lo sugestivo, la trama se reduce al mínimo de lo anecdótico.

Aún así se trata de una cautivadora y sugestiva experiencia cinematográfica que se nutre con todo conocimiento de causa de la danza, y que destaca por su eclecticismo de mustias pinceladas iconoclastas, además de que cuenta con un refrescante y sólido desempeño de la mexicana Melissa Barrera, y la siempre interesante y profunda Rossy de Palma. Carmen es un atrevimiento que disfrutarán, sobre todo, los amantes de las artes escénicas.