En “Celeste Soledad”, presentada en el siempre llamativo Festival de Cine de Terror y Fantasía Feratum, la tragedia como detonador de la obligada convivencia entre dos hermanas de personalidades opuestas, da pie a una propuesta de género no solo eficaz a la hora de provocar el miedo, sino que pese a lo simple —que no simplista— de su premisa, es factible de muy variadas y convenientes lecturas.
Empezando por que el motor principal para la eventual transformación de su protagonista interpretada por la minuciosa y comprometida Michelle Betancourt —“Cosas Imposibles” (2022)—, se basa en una intensa conjunción de la angustia y la paranoia, dos de los trastornos cada vez más recurrentes en la sociedad moderna, lo cual da como resultado un pasaje de espeluznante cercanía e inmediata identificación con el espectador.
El alarmismo mediático, los lazos familiares resquebrajados y la exigencia de las aspiraciones profesionales, son las herramientas para intensificar el ritmo del relato mientras las atmósferas son cada vez más opresivas y la cámara pasan de los planos abiertos, a colgarse del rostro del personaje que habrá de alcanzar los límites de la locura, en secuencias que van de lo febril a lo asfixiante y por supuesto lo sangriento.
En paralelo vemos a la coprotagonista encargada por una sobria Fernanda Echevarría del Rivero —“Ayúdame a pasar la noche” (2017)—, transitando por espacios abiertos, pulcros y de evidente tranquilidad, lidiando con sus fantasmas y buscando darle sentido a su aparente incapacidad para expresar sus emociones, y que muchos podrían interpretar como indolencia y cinismo.
Un contraste que apunta a las distintas formas en que los individuos suelen construirse engañosos y hasta peligrosos espacios de aislamiento, en el camino de asimilar la pérdida y llevar el proceso de duelo.
Así entonces “Celeste Soledad”, dirigida por Alex Argüelles, es una película que logra salirse de la fórmula evitando los artificios y sobresaltos baratos, enfocándose en materializar el caos interno ante la cotidianeidad, acercándose de manera honesta y con respeto a temas importantes, dentro un vehículo de entretenimiento inteligente y espeluznante, que de paso hace un nuevo y necesario llamado a atender cuestiones de salud mental y emocional.
Aún con su llegada a la cartelera por definirse, fue parte de la selección de producciones mexicanas presentadas en el ya mencionado Festival Feratum, que alcanzó su edición número 11 teniendo como sede Pátzcuaro, Michoacán.