La reapertura en los 941 cines en la Ciudad de México transcurrió este miércoles con poca afluencia, los que se aventuraron acudieron con cubrebocas y hasta guantes de látex, pues ya estaban hartos de ver películas en casa vía streaming.
Las butacas estaban vacías y en un recorrido realizado por La Razón la tarde de hoy en Cinépolis Universidad, para las funciones del filme “Fuga de Pretoria” de las 18:05 y 18:15 horas se observó a cerca de 30 personas. Otras 10 más que se aventuraron a ir, observaron la cartelera —“Fuga de Pretoria”, “Escuela para seductores”, “La cacería” y “Veinteañera, divorciada y fantástica” y prefirieron irse.
José Luis, de 65 años, acudió con su esposa a ver "La cacería". Contó a este diario que decidieron volver a las salas de cine porque tarde o temprano tendrían que adaptarse a la nueva normalidad, "no sabemos cómo va a estar el día de mañana, pero tenemos que aprovechar los pocos momentos que se están dando”, expresó.
Reconoció que ya estaba fastidiado de las opciones en streaming, "porque no todas las películas son buenas. Cambia mucho la experiencia en sala que en tu sala", añadió.
Por su parte, Nadia fue acompañada por su familia; son originarios de Guerrero y vinieron a la CDMX a una consulta médica. Antes de partir a casa quisieron disfrutar de "¡Scooby!", la cual pensaron que ya estaba en cartelera. Decidieron abandonar el complejo porque ninguna de las películas en exhibición les convenció.
Para ingresar al lobby, en Cinépolis Universidad, a los asistentes se les tomó la temperatura, se les proporcionó gel antibacterial y había tapetes higienizantes. Todo el mobiliario y maquinitas fue retirado o bloqueado con cinta amarilla con la leyenda "precaución".
Las pocas taquillas que estaban abiertas contaban con un plástico que separaba al personal de cine del cliente; en el punto central del lobby se instaló un módulo de "entra a la sala directo y sin escalas", en el que uno de los trabajadores revisaba el ticket y los dirigía a su película.
Los barandales portátiles fueron reemplazados por líneas en los pisos y señaléticas de sana distancia, las cuales, debido a la amplitud del espacio, eran ignoradas por los asistentes.
Si no entraban directo a la función podían comprar cosas en la dulcería principal, que era la única abierta. Ahí quienes atendían portaban cubrebocas, caretas y guantes de látex. Las cajas de las palomitas se cerraban para que no tuvieran contacto con el ambiente.
AG