Una premisa como la del filme islandés Cordero —o Lamb por su título en inglés—, que fácilmente pudo llevarse a los a veces tramposos caminos del exceso, encuentra sus principales herramientas para ser aún más perturbadora que si se hubiera echado mano del derroche, en la sobriedad del desarrollo, en la delicada manipulación, y en una innegable corrección técnica que se permite sólo en los momentos más necesarios el uso de efectos especiales.
Luciendo composiciones que acentúan el espíritu fotográfico del encuadre, el debutante realizador Valdimar Jóhannsson enrarece la solitaria belleza de la vida de una pareja de granjeros, la cual con el alumbramiento que se da en uno de sus establos, ve la oportunidad de formar de nuevo una familia con el recién nacido, yendo contra los modelos establecidos e incluso contra la propia naturaleza de los animales, la cual tarde o temprano habrá de reclamárselos y sin miramientos.
Es precisamente tal atrevimiento y la sentencia que le acompaña, lo que alimenta la inquietud de este relato salpicado de fatalidad, que conforme avanza sumergido en situaciones cotidianas, las cuales a ojos extremos resultan insólitas, materializa los niveles de ansiedad y desesperación que puede alcanzar el deseo de ser padres, algo que en el mundo real vemos reflejado.
La austeridad de los diálogos en la película va en favor del silencio que reclama constantemente el protagonismo, convirtiéndose en el cómplice ideal de una Noomi Rapace (María) siempre minuciosa, con convicción implosiona para profundizar en una maternidad consciente de su propio engaño, teniendo la réplica calculada de su coprotagonista Hilmir Snær Guðnason, como Ingvar.
Así pues, Cordero, que llegó ayer a la cartelera mexicana para cerrar con broche de oro este 2021, tiene todos los elementos para ser considerada una fábula oscura sobre las carencias emocionales y las escabrosas formas a las que llegan a recurrir las personas para compensarlas, convirtiéndose en una poderosa crítica a comportamientos sociales que hoy rayan en lo obsesivo.
Se trata de un drama que hace de lo conmovedor algo terrorífico y, que por supuesto, pudo haber jugado a mantener en secreto los detalles de la trama, pero a diferencia de otras producciones de reciente estreno que hicieron de ello algo casi absurdo, depende de muchas más cosas, entre ellas un sólido discurso y una lucidez casi despiadada.
No por nada el largometraje de Jóhannsson se llevó el Premio de la Originalidad dentro de la sección Una cierta mirada, en el prestigiado Festival de Cannes, y está en el grupo de los 15 filmes semifinalistas para lograr una nominación a Mejor Película Extranjera en los Oscar.
rc
