La visión de los cadáveres de cerdos flotando en el río de Shanghai, que aumentan conforme pasan los días, es la devastadora e irónica metáfora inicial de “Dead Pigs”, una película que habla sobre esas pequeñas pero significativas historias, que se multiplican por todo el mundo, al margen y en las entrañas de las grandes urbes impulsadas por una voraz búsqueda de modernidad, y en este caso específico, de un exacerbado afán de occidentalización.
Lo mismo sucede con la presencia recurrente de una casa que se mantiene en pie rodeada por los escombros de otras muchas viviendas, en contraste con las imágenes virtuales de un futuro y lujoso conglomerado habitacional definido por tener en el centro la réplica de una emblemática construcción extranjera en un absurdo casi pesadillezco, dentro de una trama que así pareciera indicarnos de inicio que solo habrá de hablarnos de resistencia, pero luego deja en claro que irá mucho más lejos, por que en "Dead Pigs" lo importante no es la caída, sino el grado de dignidad que pueda acompañarle.
Los protagonistas son un criador de cerdos, un joven mesero, una mujer que se niega a abandonar su hogar, una chica y sus lujos, y un arquitecto norteamericano que se integra a una empresa china. Cada uno con un rasgo en común, la soledad latente en que están sumergidos, pese a estar rodeados de gente, resultado de factores que van de la indiferencia familiar, al idioma y la desigualdad.
Cada uno tiene su muy particular historia, y llama la atención la naturalidad con que se entrelazan, a través de vínculos que a veces se intuyen, por que la idea no es la sorpresa, sino las capas que le permite recorrer la sutileza y la profundidad de su desarrollo, que se relaciona con la culpa y sus consecuencias, así como con la forma que tiene cada uno de resarcir sus propios errores.
La trama por momentos bordea la comedia y hacia el final juega con el ridículo buscando con descaro la complicidad del espectador, y aunque no se atreven a ir lo suficientemente lejos, esto no le resta contundencia al drama que nunca se desborda, y mucho menos al mustio discurso social.
“Dead Pigs”, ganadora del premio Especial del Jurado a Mejor reparto en el Festival de Sundance 2018, y que llega a nuestro país gracias a la plataforma digital MUBI, es una película encantadora.
Con inteligencia deambula entre lo emotivo y lo divertido, es factible de múltiples lecturas, y al mismo tiempo cumple como entretenimiento, lo que le abre las puertas al gran público. Y bueno, con ella queda claro que se equivocaron al no darle toda la libertad creativa que requería la directora Cathy Yan —“According to My Mother” (2016)—, cuando se hizo cargo de ese pequeño desastre llamado “Birds of Pray: la fantabulosa emancipación de una Harley Quinn”.