La ligereza del delineado en cada una de las secuencias, la elegancia de la puesta en escena que evita ser rebuscada a la hora de reproducir la época victoriana y su aristocracia exacerbada, amén de las sutiles transiciones donde cada visión se extingue para dar paso a la siguiente como si de un breve espasmo de lucidez se tratara, hacen de “Emily”, este acercamiento a la vida de la escritora y poeta británica Emily Brontë, una experiencia fílmica sumamente digerible y satisfactoria.
Es una lástima que para ello la también actriz Frances O’Connor, quien aquí debuta detrás de las cámaras, apueste por hacer encajar la historia dentro del drama romántico de fórmula cayendo en los tópicos y uno que otro lugar común, dejando como meros apuntes los procesos creativos que habrían de redundar en la creación del clásico “Cumbres Borrascosas”, que en su momento incomprendido.
Lo mismo sucede con las implicaciones de que esto sucediera en un escenario dominado por los varones, lleno de moralismos y prejuicios que constreñían cualquier atisbo de iniciativa por parte de las mujeres sometidas a la vida doméstica; las cuales se pierden en lo mero anecdótico.
Es por ello que la figura rebelde que a nivel cultural representa el personaje en cuestión, nunca llega a percibirse como tal, pese a la innegable convicción que luce Emma Mackey —“Barbie” (2023)— a la hora de interpretarle.
Por supuesto se aprecia la soltura con la que la directora —y en este caso guionista—, evita los efectismos y manipulaciones al explorar las huellas dejadas por la ausencia materna en las protagonistas, así como los mecanismos emocionales que desarrollan cada una de ellas; para de ese modo con naturalidad, llegar incluso difuminar los límites que separan la realidad y la ensoñación con tintes sobrenaturales.
Sobre todo, en la escena que involucra una mórbida máscara dentro de un ambiente que va de lo lúdico de una charla de sobremesa, a lo inquietante de un juego nocturno entre familia y amigos.
Sin embargo, lo anterior no le alcanza para sacar provecho de las libertades históricas que por cierto también se permiten, y mucho menos para que rebase los límites de los convencionalismos.
“Emily” queda sólo como una bella y disfrutable, pero un tanto estéril puesta al día de la figura de la célebre literata, que eso sí, en esta época de necesaria exigencia de equidad de género, funciona como sentido recordatorio de la importancia de revisitar la vida de mujeres que como ella, de un modo u otro se opusieron a una sociedad impositiva.
