Si hay un director que ha alimentado nuestra capacidad de sorprendernos, haciendo honor a lo que representa la llamada “Fábrica de Sueños”, ése es Steven Spielberg. Por ello es que cuando el realizador de cintas emblemáticas como "Tiburón" (1975) o "E.T." (1972), retoma parte de su vida para la pantalla, no sólo hace una referencia a sí mismo, sino al propio cine.
Pero hay mucho más que destacar en "Los Fabelman", pues aunque se debe aclarar que su trama sobre un adolescente de los años 60, quien al mismo tiempo que descubre y asume su vocación tiene que enfrentar un inesperado drama familiar, no es totalmente autobiográfica ya que sólo en parte se inspira en la infancia y juventud del también responsable de la "La lista de Schindler" (1993).
De lo que sí se trata es de una propuesta sumamente personal, pero pese a ello se mantiene lejos de las trampas de la arrogancia y el egocentrismo en la que han caído producciones similares recién estrenadas, sustentando con honestidad y cariño el enfoque de su innegable maestría.
De tal modo, el pulso depurado que hace ver sencillo y natural el manejo del montaje con perspectivas directamente ligadas a las sensaciones, es establecido desde la primera escena donde a través de una charla entre unos padres amorosos y su hijo, previo a entrar a una función, sorprende sin efectismos con una encantadora e interesante exposición sobre el fenómeno cinematográfico a nivel científico, mientras desde la inocencia del primer encuentro con tal experiencia, se dimensiona la naturaleza del asombro que ésta genera, y los procesos mentales infantiles que redundarán en la adolescencia modificando la forma de interpretar la vida.
Luego, entre trayectos ligeros con la cámara saliéndole al paso a las acciones encauzando la vitalidad del relato, se van delineando con frescura viñetas cargadas de nostalgia por aquel espíritu artesanal que impulsaba al cineasta de mediados del siglo pasado, en las que la pasión por hacer películas emerge al mismo tiempo que éstas se convierten en el instrumento del individuo para decodificar emociones y enfrentar el camino al mundo adulto, reconciliándose con el niño que alguna vez fue.
Hay cierto distanciamiento cuando el protagonista pareciera recargarse más en el rol de observador, pero es entonces que toma mayor fuerza el conflicto de fondo sobre lo doloroso de asimilar que el amor puede conducir a relaciones que van más allá de las artificiosas convenciones sociales. Es ahí donde además la actriz Michelle Williams luce minuciosa al recorrer los pliegues agridulces del matrimonio, y Paul Dano elabora un modelo masculino de conmovedora fragilidad y estoicismo.
Claro que las referencias están a la orden del día, incluyendo afiches, herramientas y recursos de filmación correspondientes a la época, pero lo mejor es que como el resto de los lineamientos, eso va encaminado a alcanzar el momento cumbre en que el relato culmina lanzando una grandilocuente sentencia acerca de la indecisión que puede llevar a estacionarse eternamente en la medianía.
Habrá a quienes pueda parecerles un tanto cursi, y no les falta algo de razón, pero lo cierto es que "Los Fabelman" es un ejercicio de autorrevisionismo brillante y lleno de humildad.